En el agua, puedo volar

natación

El vigués Óscar Rodríguez, con una hemiparesia en brazo y pierna izquierda debido a un ictus, completó el pasado viernes los 2.300 metros de la travesía a nado O Fisgón, en Moaña

Óscar (con neopreno) posa junto a Gómez Noya y sus apoyos en el agua, Pablo del Río y Aitor de Luis.
Óscar (con neopreno) posa junto a Gómez Noya y sus apoyos en el agua, Pablo del Río y Aitor de Luis.

Hace cinco años que el reloj vital de Óscar Rodríguez se detuvo en un punto y seguido. Sufrió un ictus que le dejó como secuela una hemiparesia en el lado izquierdo de su cuerpo. Es decir, una parálisis casi total del brazo y la pierna de esa mitad. Es imposible que nada vuelva a ser igual tras semejante suceso. Pero la vida no espera por nadie. Y tras encajar el duro golpe, este vigués, que ahora tiene 45 años, decidió que había que seguir adelante. De una forma distinta, con limitaciones que antes no tenía y en un nueva realidad. Pero vivo. Y con un camino por transitar en el que la natación se ha vuelto una parte troncal. Gracias a ella, su recuperación física progresa. Gracias a ella, completó el pasado viernes la moañesa travesía a nado O Fisgón y sus 2.300 metros. Gracias a ella, puede volar.

Porque las manecillas del tiempo volvieron a girar cuando ingresó en Alento, la asociación viguesa de pacientes con daño cerebral. Allí conoció a Pablo del Río y, a través de él, la natación. Hace dos años que se integró en un programa en el que los usuarios que así lo desean practican durante una hora todos los jueves en la piscina del CUVI. Poco a poco, Óscar se fue sintiendo mejor a todos los niveles. También en el anímico. Ya había desplegado sus alas, ambas en el lado derecho.

Del Río y De Luis ayudan a Óscar a salir del agua en Moaña.
Del Río y De Luis ayudan a Óscar a salir del agua en Moaña.

Este contacto con el deporte hizo florecer un inmenso gen competitivo. Contra sus secuelas, contra sus dudas, contra sus miedos. Contra sí mismo. Así fue progresando, siempre con ganas de más. Encontró en la playa de Bouzas un sitio perfecto para entrenar las aguas abiertas. Además de Del Río, también empezó a ayudarlo Aitor de Luis, nadador vigués y alma máter de la Batalla de Rande. Solo quedaba probarse.

De este modo, Óscar debutó el año pasado en Vilaxoán, con una travesía de 900 metros. El pasado viernes redobló la apuesta y completó los 2.300 de O Fisgón. Solo con el brazo y la pierna derecha y con De Luis y Del Río junto a él para ayudarlo con el neopreno, con el rumbo y con lo que fuera necesario. Juntos salieron del agua en medio de un emocionante aplauso de todo el mundo. Incluido el pentacampeón del mundo Javi Gómez Noya. Porque, pese a todo, Óscar puede volar cuando está en el agua.

"Nadar hace que me sienta normal"

Cuando Óscar Rodríguez habla de su logro, se quita importancia con mucha humildad. “Lo que más cuesta es ponerse el neopreno”, indica, dando las gracias a Pablo del Río y Aitor de Luis, sus escuderos en O Fisgón. Ambos lo ayudaron a vestirse y lo acompañaron en los 2.300 metros de recorrido. “Yo pensaba que no iba a acabar, pero tenía la experiencia de nadar en Praia América hasta el faro y pensé que igual no era mucho más y que a ver si éramos capaces”, confiesa.

El caso es que sí fue capaz. Extenuado tras nadar solo con sus extremidades derechas, el vigués acabó al límite. “Empiezas con todas tus fuerzas y vas bien. Pero, al final no sé ni cómo llegué. Cuando estaba fuera del agua parecía que me moría”, subraya el deportista vigués, que apunta inmediatamente a la clave de la recuperación: “Luego repones fuerzas comiendo empanadillas”.

“No sé ni cómo llegué, parecía que me moría; luego repones fuerzas comiendo empanadillas”

Óscar confiesa que sin el apoyo de Del Río y De Luis sería imposible. Sobre todo, en lo que respecta a la enorme dificultad de mantener el rumbo nadando solo con un lado del cuerpo. “Es imposible”, resume. “Voy boya a boya y ellos me indican”, explica sobre el plan.

Todo esto tras dos años de progresión que no empezaron de la mejor manera. “Tragas tanta agua que luego te preguntas que cómo queda alguna en la piscina”, bromea, mientras recuerda cómo pudo utilizar el bañador y las gafas que tenía en el fondo del armario desde el ictus. “Poco a poco, van pasando los días y te vas acostumbrando. Vas mejorando”, destaca sobre una actividad que lo ayuda a tratar sus secuelas y, sobre todo, a sentirse mejor consigo mismo. “Nadar hace que me sienta normal”, dice Óscar, que, desde luego, es algo más que normal. Es extraordinario.

“En Alento no se deja entrar a la depresión”

La asociación viguesa Alento presta servicio de ayuda y apoyo a los pacientes con daño cerebral y a sus familiares. Ha sido fundamental en la recuperación de Óscar Rodríguez y en la de tantos y tantos afectados. Allí trabajan psicólogos, fisioterapeutas y muchos otros profesionales. Entre ellos, Bea Gándara, la campeona de España de escalada adaptada, que también sufrió un ictus, en su caso en 2018, y encontró en su deporte la plataforma perfecta para la recuperación física y mental hasta el punto de haber llegado a competiciones internacionales.

En esa familia alternativa, Óscar ha encontrado un sostén imprescindible. “Alento te ayuda mucho psicológicamente”, inicia. “Allí te sientes muy arropado por todos los compañeros. Y, para afrontar algo así, es esencial”, destaca. “Si no, te sientes muy mal moralmente”, expresa.

El vigués lo sabe bien porque los primeros tiempos tras el ictus fueron muy duros. Incluso tenía sus dudas sobre entrar en Alento. “Pero la trabajadora social me convenció. Me dijo que iba a estar bien”, recuerda. Así comenzó una historia que el pasado viernes escribió otro capítulo en el agua. Pero, sobre todo, que cada día traza líneas en el más importante: el de la vida. “Pensaba que iba a estar más triste, pero para nada. En Alento no se deja entrar a la depresión”, remata.

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