El Celta desnuda al Madrid
Un ejercicio colectivo sobresaliente le dio al equipo vigués una merecida victoria ante el Real Madrid en el Bernabéu
Por una vez. Por una vez el Celta se impuso al Real Madrid. Por una vez los méritos ante el equipo capitalino sirvieron de algo. Por una vez no se impuso la pegada monstruosa. Por una vez el destino no parecía ya escrita. Por una vez. No fue la primera pero pasa a engrosar la pequeña lista de victorias en el Bernabéu: la séptima en Liga, la octava en total; de 69.
Evidenció el Celta el traje del emperador blanco. Aprovechó sus fisuras y su fracaso colectivo. Afrontó con inteligencia un partido en el que las individualidades podían ser determinantes concienciado de que en lo grupal tenía que ser mejor. Y lo fue. El planteamiento de Claudio Giráldez fue mucho mejor que el de Xabi Alonso de largo. Con el certero movimiento de sumar a Óscar Mingueza en el centro del campo como epicentro de un funcionamiento más que efectivo. Demostrando, además, una enorme capacidad de adaptación táctica para sufrir en bloque bajo.
Como era de esperar, los descansados de la Copa aparecieron en un once en el que Mingueza -con 120 minutos en las piernas el pasado jueves- era la excepción. Y saliendo con la personalidad necesaria. Un logro personalizado en Miguel Román, quien guardará como oro en paño su primer paso por el coliseo blanco. Casi todos los célticos supieron siempre qué hacer. Tanto en lo ofensivo como, sobre todo, en lo defensivo. Con el único gran pero de haber cedido demasiados saques de esquina. Un error que al final acabó agrandando el certificado defensivo de la portería a cero, corriendo peligro únicamente en el primero de ellos con un cabezazo de Militao que se sacó de encima Ionut Radu. Otro protagonista dentro del juego coral celeste, con hasta siete intervenciones.
Porque es bien sabido que el Real Madrid necesita muy poco para hacer gol y para ganar. Pero es que ayer no llegó ni a ese muy poco. Tuvo mucho más el balón, pero salvo tras el primer tanto, porque el Celta tenía claro que no perdía la cabeza por tenerlo. Dispuso de ocasiones por acumulación de llegadas, no por selección. Y sobre todo en centros sobre el área, al tener cortocicuiteada su velocidad con el bloque celeste situado en campo propio.
Desde el principio se pudo certificar que el Celta tenía capacidad de mover el balón con seguridad ante la desacertada presión madridista. Faltando a los de Claudio Giráldez lo que vine siendo norma: esa capacidad para cambiar de velocidad en el ataque y para terminar las jugadas. Bryan Zaragoza renunció a algunos uno contra uno. Y Pablo Durán, el otro jugador en rampa de lanzamiento, no acertó en la que tuvo dentro de un encomiable sacrificio físico y táctico, sobre todo tras sufrir la luxación de su hombro izquierdo nada más empezar el duelo, circunstancia que obligaría a cambiarlo en el descanso.
Hasta ese parón pasaron pocas cosas. Casi todas favorables a los intereses célticos. Como la lesión de Militao, que debilitaba aún más una retaguardia blanca hecha de retales. La mentada salida del campo de Durán propició la entrada de Williot Swedberg, que hacía demasiado tiempo que no regalaba uno de esos partidos suyos raros por maravillosos. Y en el minuto 53, regresó. Tras otra aparición de Mingueza por el centro para romper y apoyarse en el peldaño de Ilaix Moriba. La apertura halló a Bryan Zaragoza y el centro de éste lo remató el sueco de forma tan inverosímil como bella. El balón entró manso pegado al palo. El vestido del emparador se descosía.
En tales situaciones, al Real Madrid le suele bastar con encender la épica en el Bernabéu. Pero le costó encontrarse porque estaba desconectado del todo. Y sólo logró conectarse cuando Fran García fue expulsado en el minuto 64 tras dos amarillas absurdas en el centro del campo en menos de un minuto. Entonces apareció ese empuje de los locales y los célticos dieron un paso atrás innecesario. Porque si antes había espacios, ahora más. Tocó defender, intentando sacar la línea cuando era posible. En una de éstas, en una jugada simple, Mbappé se escapó por primera y única vez pero su vaselina se fue alta.
Exaltarse no le sirvió el equipo madridista. El Celta refrescó hombres y el Real Madrid sacó creadores para poner rematadores. Gonzalo pudo marcar. No lo hizo. La expulsión del ferrolano Álvaro Carreras fue el preludio del gol de la victoria. De nuevo, Swedberg. Pero esta vez a pase de un tal Iago Aspas.
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