Diálisis, ayuda social y deporte para unos 140 enfermos renales en Vigo

MONTAJESEn Os Carballos trabajan con un equipo multidisciplinar. En la imagen, con parte de sus miembros: Walfred Nájera (izquierda), Breogán Hermida, Adrián González, Marina Seijo y Natividad Isorna (sentada). Abajo, una paciente haciendo ejercicio y Julio Cabaleiro, otro paciente vigués en diálisis.
photo_camera MONTAJESEn Os Carballos trabajan con un equipo multidisciplinar. En la imagen, con parte de sus miembros: Walfred Nájera (izquierda), Breogán Hermida, Adrián González, Marina Seijo y Natividad Isorna (sentada). Abajo, una paciente haciendo ejercicio y Julio Cabaleiro, otro paciente vigués en diálisis.
La Fundación Íñigo Álvarez de Toledo gestiona seis centros en Galicia y además del tratamiento ofrecen apoyo de psicólogo, nutricionista, trabajadora social y entrenador

La Fundación Renal Íñigo Álvarez de Toledo (Friat) atiende a 140 pacientes con insuficiencia renal crónica avanzada en su centro de diálisis de la avenida Ramón Nieto, Os Carballos I. La mayoría vienen derivados del Sergas y no reciben solo el tratamiento que sustituye la función del riñón, del que se ocupan médicos, enfermeras y auxiliares y que se hace tres días a la semana durante cuatro horas, sino que al ser una fundación añaden otros servicios como apoyo psicológico, ayudas sociales y para el empleo, entrenamiento físico mientras están en diálisis, la asesoría de una nutricionista y otras actividades desde talleres a excursiones a Santiago, explica Ana Balseiro, directora de Acción Social y Comunicación.

Esta Fundación cuenta con seis centros en Galicia (Vigo, O Porriño, Lalín, Ourense, O Barco y Verín) en los que atiende a 500 pacientes con estos equipos multidisciplinares. En toda España se hace cargo de unos 1.600 enfermos repartidos entre sus centros de Madrid, Castilla y León, y Galicia, algunos en localidades muy pequeñas para acercar la hemodiálisis a los pacientes. Desde su creación hace más de 40 años vieron la necesidad de realizar también un trabajo social para paliar el impacto de esta dolencia.

Julio Cabaleiro es un vigués que la semana pasada cumplía un año de tratamiento en Os Carballos. “Fue lo que me tocó, tuve que mentalizarme, mi mujer me ayudó mucho. Tuve la suerte de que me mandasen a este centro, desde los médicos a los de limpieza, son todos sensacionales”.

Walfred Nájera, uno de los médicos, destacó que se ocupan de revisar la terapia y lograr que sea lo más personalizada posible, y trabajan codo con codo con los nefrólogos del hospital de referencia, en este caso el Cunqueiro. Además, pueden entrar en la historia del paciente para ver las pruebas en tiempo real y en la clínica trabajan con un programa que incluye los parámetros clínicos, pero también la parte social.

Breogán Hermida explica que los enfermeros conectan a los pacientes a la máquina con el acceso vascular que tengan y vigilan su estado durante el tratamiento. “Las máquinas son como lavadoras secadoras, por un lado limpian la sangre y por otro hacen perder el líquido que no pueden desechar orinando. Al principio es muy duro, porque es de por vida (salvo los que pueden aspirar a un trasplante), pero la mayoría lo asume y lo incluye en su rutina”.

La psicóloga Marina Seijo realiza un acompañamiento emocional en todo el proceso, desde el impacto inicial, la adherencia al tratamiento o lo que pueda surgir, como ansiedad o depresión, porque es una dolencia muy limitante.

El educador físico-deportivo, Adrián González, trata de romper la monotonía y el sedentarismo del tratamiento. Los pacientes están por debajo de la media a nivel muscular y cardiorrespiratorio y son muy sedentarios.  Mientras dura el tratamiento, les ofrecen ejercicios calisténicos, con gomas, pesos, aros de pilates y pedalinas. “Nos adaptamos a lo que puedan hacer y que aporte beneficios. Se distraen y vemos resultados”.

La trabajadora social Natividad Isorna dice que la enfermedad afecta a nivel emocional pero también a la vida diaria de pacientes y familiares. Limita la actividad profesional y esto provoca el empobrecimiento. Por eso, les informan de recursos públicos y privados a los que pueden acceder, se coordinan con los servicios sociales y entidades del tercer sector como Cáritas y Cruz Roja, les orientan a servicios de ayuda a domicilio cuando es necesario y ahora están impartiendo itinerarios formativos de hostelería, por los que cuatro usuarios lograron un empleo. A mayores, la fundación cuenta con un fondo social por el que aportan vales de comida y otras ayudas al estudio, transporte o vivienda para usuarios vulnerables. Un 25% de los pacientes están en esta situación. Además, gestionan desde hace cinco años un piso de acogida para usuarios en situación de calle que tienen dificultades para seguir el tratamiento.

La nutricionista les explica la dieta que deben seguir y la fundación creó una app para alimentarse mejor que está entre las mejores aplicaciones de salud de España.

Por último, dedican un 3,5% de su presupuesto a la investigación.

Te puede interesar