Episodios vigueses

Cuando el Conde de Barcelona venía por Vigo, invitado por Regojo

Regojo y don Juan de Borbón.
photo_camera Regojo y don Juan de Borbón.
El conde de Barcelona era un personaje campechano en la línea habitual de sus antepasados por parte de Isabel II

Alguna vez he aludido al hecho de que el industrial zamorano José Regojo, célebre fabricante de camisas, establecido en Redondela de Galicia, fue durante años uno de los amigos más íntimos de don Juan de Borbón, y una de las personas que le prestó mayor apoyo económico. Ya he contado que, en el exilio en Estoril, pese a la ayuda de los monárquicos, andaban bastante escasos de cosas comunes en una casa, empezando por la lencería doméstica, cosa que advirtió Regojo y a lo que puso inmediato remedio. El mismo me lo contó.

Un par de periodistas jubilados podemos aportar algunos datos próximos de aquellas venidas del conde de Barcelona, que solía recalar en Baiona de vez en cuando, y que era obligada su visita a su amigo y protector establecido en Redondela, con una breve parada en Vigo, de la que apenas nos enterábamos. En esas visitas, Regojo organizaba una cena para don Juan en su pazo de Redondela y era costumbre que, aparte de sus familiares, invitara a alguna persona de su confianza de la vida social de Vigo, de forma discreta y obligada discreción.

Regojo confiaba especialmente en dos veteranos periodistas, a quienes consultaba la redacción de las cartas que, ya retirado de la gestión de su empresa, enviaba a entidades públicas. Cuando le hacías este favor, te enviaba a casa una caja de ostras y una botella de Oporto. En las cenas con el conde de Barcelona se hablaba un poco de todo, con enorme naturalidad y en ocasiones contaba anécdotas de su propia familia. Quienes no éramos precisamente monárquicos sentíamos cierta aprensión, que en mi caso explicaré.

Como han referido algunos de sus biógrafos, con relación a su entrevista con Franco en el Golfo de Vizcaya el 25 de agosto de 1948 a bordo del Azor, en la que se decidió que el ahora mal llamado rey emérito (cosa que no existe, sino que simplemente tiene el tratamiento honorífico de rey) se educara en España. Al terminar la entrevista y volver al yate Saltillo (que era propiedad de un amigo, que se lo prestaba a perpetuidad) e iniciar la maniobra para alejarse del “Azor” don Juan dijo dijo: “Que aprendan esos gallegos”, como prueba de la pericia de sus marineros frente a los del Azor, donde por cierto servían gallegos y vascos. Esa frase de desconsideración hacia nuestro pueblo la he tenido presente en el caso del eterno “pretendiente”.

Fuera de este hecho, el conde de Barcelona era un personaje campechano en la línea habitual de sus antepasados por parte de Isabel II, ya que por línea masculina descendía de Enrique Puigmoltó, el militar valenciano, amante de su tatarabuela Isabel II. Quienes se han ocupado con autoridad de la historia de la familia han contado sabrosos episodios de las andanzas del conde de Barcelona, que pretendió nada menos que a la famosa actriz Zsa Zsa Gabor, cosa que conoció de cerca el escritor José Luis de Vilallonga. Don Juan Tenía una voz cascada y unas manos grandes que movía con frecuencia. La verdad es que, olvidando la anécdota de lo que vino a decir sobre los gallegos, no caía mal a la gente, sobre todo en un ambiente grato y distendido.

He indagado con otros colegas de la época, sobre su parada en Vigo, cosa de la que no existen testimonios gráficos. Pese a que, en su caso, los muelles del Náutico estaban preparados por si quería arribar, otros testimonios señalan que, en todo caso, prefería usar las instalaciones navales de la ETEA, si bien su destino ordinario era siempre Baiona, donde era bien recibido. En las cenas en casa de Regojo se hablaba de todo, menos de política y de la propia monarquía, salvo que el propio don Juan contara alguna anécdota o historia curiosa. La lealtad de Regojo era admirable y francamente correspondida, pues era de los pocos amigos verdaderos que tenía don Juan. ¿Quién me iba a decir a mí que con el tiempo yo tendría ocasión de tomar café en su yate, “El Giralda”? Al morir don Juan de Borbón, Juan Carlos cedió el buque a la Armada Española, que lo restauró y lo sigue teniendo en su lista de buques operativos, como A 76, con funciones de buque-escuela adscrito a la escuela Naval de Marín. Hace ya años, su comandante nos invitó a conocerlo a algunos interesados en la historia. Fue especialmente interesante estar a bordo, sentado en la cámara de aquel barco, tan vinculado a la vida de un personaje como fuera el conde de Barcelona. Contemplando sus pareces pensaba yo la de secretos que guardarían.

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