Cruz Roja

Antonieta: “Cruz Roja me enseñó a ser una abuela orientadora, no invasiva”

Antonieta Timudo Torrevilla es venezolana y lleva dos años en Vigo.
photo_camera Antonieta Timudo Torrevilla es venezolana y lleva dos años en Vigo.
Antonieta llegó hace dos años de Venezuela y en su primer año se apuntó a esta iniciativa para actualizar la forma de tratar con los nietos y para mejorar su integración

La Cruz Roja creó las escuelas de abuelos en Galicia en 2016 y desde ese mismo año comenzaron a organizarse en Vigo. “Nos dimos cuenta de que muchos abuelos y abuelas tenían que hacerse cargo en mayor o menor medida de sus nietos menores de edad, bien porque los hijos les pedían ayuda para conciliar su vida laboral y familiar, bien porque les habían dado la guarda y custodia de los nietos o porque vivían en la misma casa con los hijos y los nietos”, explica la psicóloga y responsable de esta escuela, Cristina Miranda.

 

 

Antonieta fue una de sus alumnas. Entonces llevaba solo un año en España, tras emigrar desde Venezuela, y los comienzos se le hacían cuesta arriba. Su hija la apuntó al taller de Cruz Roja para que socializase con otras abuelas y mejorar su integración. “Fue un antes y un después”, asegura. En el grupo había abuelas de Venezuela, República Dominicana, Ecuador y de España, que compartían los mismos problemas a la hora de tratar con los nietos y con las que forjó una amistad. “Aprendimos a ser totalmente empáticos al principio para después solamente orientar”. Asegura que les mostraron la importancia de ver y en algunos casos callar.

“Ahora no soy una abuela invasiva. No me puedo inmiscuir, hay cosas que son responsabilidad de los padres y madres y nosotros solo podemos dar una orientación”. En su caso fue doblemente difícil porque su hija y su yerno emigraron antes a Vigo para abrirse camino y ella había quedado en Venezuela al cuidado de su nieto que hoy tiene 12 años y con el que ejerció como madre unos años. “Me ha costado lágrimas de sangre. En mi país nos enseñan a llevar la voz cantante y aquí tenemos que replegarnos”. Ahora disfruta de su nieto y a la vez tiene tiempo para ir a clase, ocuparse de sus papeles y quedar con sus amigas. Ahora acaba de nacer su segundo nieto en Vigo, y tiene otros tres en Venezuela, donde sigue viviendo su hijo. Con ellos se relaciona por videollamada. “No me meto en sus vidas, pero les digo que se porten bien y que cumplan con sus tareas”.

Asegura que los menores ven que en España hay más libertad ("es una sociedad más permisiva que la nuestra") y es un choque cultural que también les cuesta digerir a los padres, pero hay otros niños que se sienten relegados por su condición de emigrantes. “A mi nieto de España le digo que tiene la bendición de desarrollarse en una sociedad en la que tendrá más posibilidades y que incluso podría estudiar en otro país como Francia o Italia”, subraya.

A las personas que emigran les aconseja que busquen ayuda. “Yo no soy una persona dependiente, pero hay que saber reconocer las debilidades. Cruz Roja nos ofreció talleres, me asignó una trabajadora social y una psicóloga". Ahora hay también grupos de venezolanos que orientan a los que vienen.

“Aprendí gallego y cosas de la historia de España”

Antonieta trabajaba como administradora en una universidad de Venezuela que se ocupa de la formación de los profesores. En su juventud tenía el sueño de establecerse en España con su madre para montar “una posada” y por eso solía estar al día de lo que pasaba en el país. Más tarde pensó que si España había logrado hacer la Transición, “nosotros también podríamos salir de nuestra situación”. Una vez en España se apuntó a un curso sobre la historia reciente de España que impartió un voluntario de Cruz Roja y a clases de gallego. Ahora acaba de renovar la residencia y se está preparando para la nacionalidad. “No es un trámite, es de corazón”.  También dice que los inmigrantes sin permiso lo pasan mal para mantenerse y ahí ve necesario fortalecer el espíritu para salir adelante.

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