Más de cuarenta años de pasión por el aeromodelismo

Estas son algunas de las reproducciones a escala que atesora desde hace años, todas ellas funcionales y en perfecto estado.
photo_camera Estas son algunas de las reproducciones a escala que atesora desde hace años, todas ellas funcionales y en perfecto estado.
Roberto Otero, el mismo que ‘amaestra’ gallinas, es todo un experto en aviones a radio control y posee un auténtico museo que guarda con anhelo en su casa de Chaín

Hay pasiones que son para toda la vida y si no que se lo digan a Roberto Otero Domínguez. En su casa de Chaín en Gondomar, muy próxima a su famoso gallinero, guarda con anhelo un auténtico museo de la aviación a escala, varios trofeos además de infinidad de fotografías que recogen momentos, competiciones y tardes en las instalaciones del club Furaventos de Porriño, al que pertenece desde sus inicios. 

Más de una docena de modelos construidos por él mismo de vuelo en exterior e interior y cuatro décadas de su vida dedicadas a una afición hoy en día minoritaria pero que tuvo su ‘boom’ en su época. Sobre su espalda pesan miles de horas dedicadas a sus aviones, su mantenimiento, puesta a punto, creación y otras tantas de vuelo. Si le preguntan en cuántas competiciones participó, responde con un “yo ahora mismo no sería capaz de recordarlas”. Comenzó con tan solo 20 años y durante todo este tiempo participó en categorías de acrobacia, “fun fly”, “indoor”, carreras, laderas y vuelo remolcado. Donde más pruebas ganó fue en la modalidad de velocidad o de “pilón”, hizo varios primeros, segundos y terceros de Galicia y un podio en el nacional. También acudió a Portugal en innumerables ocasiones y disputó como copiloto en varios campeonatos europeos. Sus reproducciones a escala van desde una avioneta Cessna a un F14, este en concreto es el más grande de todos y con tren de aterrizaje retráctil. La mayoría están hechos a partir de plafones de madera de balsa y para que sean completamente funcionales sus elementos deben de encajar con una exactitud milimétrica. Lógicamente, la inspiración no le cae del cielo, los fabrica a partir de planos no aptos para principiantes. Sobra decir que cualquier fallo constructivo afectaría a su estabilidad en vuelo aunque Roberto se cura en salud en este sentido, posee un taller con todo tipo de herramienta, cientos de recambios y una bancada para rodar los motores que él mismo ensambla.

La última competición en la que participó fue en el país luso hace ocho años, no obstante asegura que sigue sintiendo lo mismo que cuando empezó. Pese a que en la actualidad vuela por ocio, sigue acudiendo periódicamente a Porriño para reencontrarse con algunos veteranos y otros nuevos, además también crea escuela y entre vuelo y vuelo enseña al hijo de un amigo suyo a manejar las aeronaves. “Hoy en día este deporte perdió muchísimo empuje, pero yo lo tomo con resignación", añade, mientras puntualiza que la mayor afición se concentra actualmente en la zona del mediterráneo. n 

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