Para el grupo encargado de delitos contra las personas y desapariciones de la Guardia Civil de Cantabria el hallazo de un cadáver sin identificar fue un hecho poco frecuente dentro de las investigaciones a las que hacen frente. “Normalmente trabajamos al contrario, tenemos una alerta de desaparición y buscamos pistas para encontrar el paradero de esa persona. En esta ocasión, apareció un cuerpo en una playa, muy deteriorado y no sabíamos a quién pertenecía”, explica el brigada Emilio González.
En aquel momento se contactó con los distintos puestos de municipios limítrofes sin éxito y “tomamos muestras de ADN de los restos”. El cuerpo se trasladó al Anatómico Forense para la autopsia y se pusieron a disposición judicial las primeras muestras. “En los años 90 las bases existentes eran muy básicas y el cotejo no dio resultado, pero se mantuvieron guardados los restos para un posible análisis posterior”. Así fue como en 2017 se autoriza una nueva toma de ADN que en el mes de mayo pasado encuentra una coincidencia en las bases.
“Nosotros no nos olvidamos nunca de un caso pese al tiempo transcurrido. Lo revisamos periódicamente como si fuera el primer día. En el caso de los desaparecidos, estamos en contacto periódico con las familias”.
La identificación conseguida con los avances biológicos “abre una puerta a la esperanza para que otras familias en situaciones similares puedan llegar a descansar algún día y enterrar a sus seres queridos”.
Según afirma, “una vez obtuvimos la identificación se notificó al juzgado, donde había abiertas una diligencias previas de abril de 1994”. n
