Juicio por el crimen de Chapela

La Policía, rotunda en el juicio por el crimen de Chapela: "No hay datos objetivos contra otra persona"

Manuel M. el primero en el estrado, junto a su defensa y la Fiscalía, en una segunda jornada con público escolar.
photo_camera Manuel M. el primero en el estrado, junto a su defensa y la Fiscalía, en una segunda jornada con público escolar.
El jefe de la investigación del crimen de Chapela declara que el tráfico telefónico y el ADN llevaron hasta el acusado y señala que por el estado de la cinta adhesiva la víctima fue atada tras morir

Los agentes del grupo de homicidios de la Policía Nacional hicieron tambalear ayer la versión ofrecida por el acusado de asesinar a un vecino de Chapela en enero de 2021, durante la segunda jornada del juicio con jurado que se sigue en la Audiencia en Vigo. El jefe de la investigación fue rotundo al asegurar que “no hay datos objetivos que impliquen a una tercera persona” descartando la posibilidad de que entrara alguien más en la vivienda de la víctima después de Manuel M, ya que “las llaves de la casa se las llevó él”.

 

 

El responsable policial fue desgranando uno por uno los pasos llevados a cabo desde que fue encontrado el cadáver de Roberto Chapela, de 51 años, maniatado en el interior de su vivienda, hasta la detención del sospechoso. Señaló que, tras la inspección de la escena del crimen, descubrieron que no había signos de violencia en ninguna parte de la vivienda, excepto en el salón,  y que encontraron  una caja fuerte con unos 3.250 euros lo que alejaba la idea de un robo. El acusado aseguró que lo que quería era llevarse la dosis que no podía pagar, pero los agentes encontraron en el escritorio una papelina. Además  se habrían encontrado otras en el bolsillo del pantalón del fallecido, tal y como se dijo en sala. 

Afirmó que el cuerpo de Roberto tenía las manos atadas hacia adelante, lo que a su juicio, desmonta la versión de Manuel M., quien aseguró que lo ató sólo para reducirle. “Para reducir o impedir que alguien pueda lesionar a otro o así mismo, en las prácticas policiales  incluso en cualquier serie de televisión, las manos siempre hacia atrás, ya que hacia adelante todavía hay capacidad de reacción”, dijo mientras añadió que por el estado en el que se encontraba la cinta adhesiva, “fue atado cuando ya estaba muerto”. La explicación aportada en sala frente al testimonio del acusado que aseguró que lo dejó vivo cuando se fue es que “la cinta conservaba su ancho o presentaba ninguna arruga o muestra de que hubiera intentado liberarse ". 

Tras entrevistarse con el entorno de Roberto, los agentes tuvieron información de que éste se dedicaba a la venta de drogas al menudeo y que vendía siempre en casa previa llamada telefónica, así que “nos centramos en el tráfico de llamadas del teléfono de la víctima”. La Policía solicitó el registro y vio que la última llamada con conversación tuvo lugar  el 27 de enero sobre las 22,20 horas (el último día que se le ve con vida), “el resto ya no fueron contestadas”. Así, a través de la geolocalización de la terminal, los investigadores descubrieron que  el móvil del fallecido se conectó esa noche a una antena diferente a la habitual situada cerca del domicilio de Manuel. Pero además, siguieron la pista de la cinta adhesiva, que tenía una marca de bodegas, pertenecía a un negocio que cerró situado junto a la casa del sospechoso. A mayores, encontraron ADN en dicha cinta en el cadáver y en un trozo de guante de látex, coincidentes con Manuel, por lo que se autorizó el registro de su vivienda. “Él nos mostró dónde había escondido el teléfono y las llaves y llegó a decir que había sido una imprudencia”.

Clientes de la víctima dicen que el acusado “no era trigo limpio”

Clientes y amigos de Roberto Chapela también declararon durante la jornada de ayer ante el jurado. Todos coincidieron en que la víctima era “muy buena gente”, un vecino de toda la vida  al que conocía todo el barrio. La propia Policía dio fe durante su investigación de que era una persona conocida y de la que se hablaba bien a pesar de de trapichear. “Era el último escalafón del tráfico de drogas, vendía para mantenerse no para hacerse rico”, afirmó el propio responsable de la investigación.

Sobre Manuel M. el acusado,  en cambio,  los testigos o bien lo conocían del barrio sin mayor trato o habían tenido amistad pero se había roto por distintos motivos anteriores al crimen. Uno de los amigos de mayor confianza de la víctima dijo que a Roberto “no le gustaba venderle a Manuel, porque no era trigo limpio”. Algo que corroboró otro de los compradores de su círculo de amistad, “coincidí en la casa con él, mientras consumía y le reproché a Roberto las confianzas que le daba, yo, desde luego, no le hubiera dejado”. 

También declararon las hermanas de la víctima, las únicas que aseguraron tener llave de la casa. Ambas ratificaron que tenían llaves  porque habían vivido allí pero que desde que residía Roberto, “nunca entramos sin que estuviera él”.  Respecto al día  del crimen, también declararon consumidores que fueron a la casa de Roberto tras avisarle previamente por teléfono pero horas antes, si bien en sus declaraciones hubo distintas contradicciones. Mientras uno aseguró que estaba haciendo la cena y que tenía puesta una bata, otro que fue después señaló que no había nada en la mesa de comer.  También testificaron quienes se acercaron después por su casa al ver que no contestaba, “había luz dentro y se escuchaba música”.  Al no abrir la puerta, todos se fueron.

Te puede interesar