El Celta se agarra a la Copa

El griego Douvikas fue autor de los dos tantos que clasificaron al Celta, el segundo de penalti.
photo_camera El griego Douvikas fue autor de los dos tantos que clasificaron al Celta, el segundo de penalti.
El Celta lo fio todo a su primer gol para acabar encajando en propia meta y ganando con un penalti injusto

Tras un indigesto partido de fútbol, el Celta pasó ronda en Copa del Rey tras superar al Sestao. Un juego más que escaso sobre un campo en mal estado y dos goles de Anastasios Douvikas, el segundo de ellos tras un penalti inexistente justo cuando los locales habían asustado con un empate tras gol en propia puerta de Unai. Un desaguisado.

 

 

Si unes momentos de confianza pésimos, estilos poco generosos y un campo medio destrozado, no esperes un gran espectáculo. Fútbol a trompicones, el pase como un deseo insatisfecho y rebotes como principales factores de desequilibrio. Mantenerse de pie en carrera era complicado; hilar dos o tres pases toda una utopía. Ni el esperado empuje del conjunto local, sabedor de que vive dos categorías por debajo, dio brío a la cuestión. Nadie tuvo el coraje suficiente como para desespesar.

Hay partidos así, que tienen pinta de incómodos antes y que durante son todavía peores. Claro que se espera algo más de un equipo de Primera División, por mucho que haya tirado de jugadores poco habituales para el once inicial. En todas las líneas menos en la defensa, donde sí tuvieron que repetir Kevin Vázquez, Carl Starfelt y Unai Núñez. Este último un tanto más animado por el hecho de jugar en su casa.

Ni siquiera en los primeros minutos, cuando el campo todavía engañaba con un aspecto aceptable, hubo intención de jugar mucho el balón. Sí que el Celta quiso algo más la posesión y echó las líneas un poco hacia delante. Nada espectacular, nada especialmente valiente. Miguel Rodríguez, el único futbolista con ficha del filial entre los elegidos, le quiso meter cierto ímpetu pero con muy poco acierto. Con todo, esas ganas fueron suficientes como para que fuese protagonista del primer gol del encuentro. Fue estando los celeste en campo propio cuando el rendondelano envió un balón en profundidad hacia la carrera de Douvikas, en pelea con el central Mirapeix. El griego superó al defensa local a base de potencia y, en contra de lo que le sucedió ante el Turégano en la primera ronda, supo definir con tranquilidad y acierto. 

El tanto fue un engaño para el equipo vigués, que empezó a pensar que nada más iba a suceder. De hecho, trabajó en esta opción al máximo, relegando al ataque a acciones similares a la del gol: balones largos hacia la carrera de Douvikas o de Williot Swedberg. Pero sin ajustar demasiado los tiempos, con lo que los fueras de juego comenzaron a proliferar. El resto era esperar en campo propio e intentar dormir el encuentro todo lo posible. Esperar a ver si el Sestao era capaz de proponer algo más. Apenas sucedió algo más en el resto de la primera mitad, con un disparo desde fuera del área de Guruzeta y un centro previo sobre el área que se pudo envenenar, pero no lo hizo.

Tampoco nada cambió tras el descanso. Al menos, en la predisposición celeste y en los hombres elegidos. Se confiaba todo a la escasez de ideas de los locales y a un campo que impedía, cada vez más, cualquier tipo de continuidad en el juego. En teoría, condiciones que deberían favorecer al conjunto de Primera Federación, pero no tanto cuando éste era el obligado a proponer.

Claro que el orgullo del conjunto vasco y el empuje de su afición sí que daba para que los futbolistas locales ganasen los duelos a ras de tierra, innumerables en un campo que repelía el balón por esférico. Hubo muchos balones sobre el área pero ningún remate. El somnífero celeste hacía efecto y no bastó con ese arranque de rabia del Sestao. Bueno, no bastaba para que el empuje se tradujese en ocasiones pero como el balón rondaba el área celeste, no había una tranquilidad plena. Un marcador demasiado corto como para que el fútbol no te diese un susto.

Sucedió en el minuto 72. Un centro de Jon Cabo a pierna cambiada desde la derecha iba buscando un compañero pero encontró al céltico Unai, que en su esfuerzo cabeceó hacia atrás y batió a Marchesín. Un tanto en propia puerta que castigaba la pobre propuesta del Celta.

El escenario ya era otro. Porque en el banquillo celeste no apetecía para nada una prórroga. Se dieron pasos hacia delante pero lo que realmente sirvió fue un error arbitral a favor de los celestes. En una acción sin más entre Kevin y Markel Etxebarría en una esquina del área local al ir a buscar un balón bombeado, el árbitro señaló penalti por un supuesto manotazo en la cara del capitán céltico en la caída. Douvikas agradeció el regalo con su segundo gol de la noche.

Quedaba todavía un cuarto de hora de partido. Pero las ideas seguían bajo cero. No hubo opción ni en una portería ni en otra. Se pasó ronda, no se mejoró imagen pero Douvikas marcó.

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