Alejandro Hernández Hernández pitó por trigésimo octava ocasión al Celta a lo largo de su carrera y, tras el empate de ayer, el balance desde el punto de vista celeste no puede estar más equilibrado: 14 victorias, 10 igualadas y 14 derrotas. Sin embargo, el celtismo se queda con el sabor más reciente y ese indica que las decisiones del canario en las áreas de Balaídos en las rectas finales de los dos encuentros que ha dirigido este curso en el recinto vigués enervan a buena parte de la afición celeste.
Si en aquel duelo contra el Sevilla en la jornada 12 la cuestión estuvo en lo que pitó y después varió por el vídeo arbitraje -un agarrón de Jesús Navas a Douvikas que consideró penalti de inicio-, ayer fue él mismo el que descartó la pena máxima en la acción entre Pacha Espino y Iago Aspas. En ambos casos, la decisión no favoreció al Celta.
Además, la del Rayo resultó más polémica la anulación del gol de Jailson Marques nada más salir al campo tras cabecear una falta lateral lanzada por Aspas. Hernández Hernández vio empujón de Carlos Domínguez a un defensor rayista. Fue leve pero el gesto existe.