Opinión

Occidente hace agua

Parece como si existiera un determinismo histórico por el que tras una larga etapa de paz y colaboración entre distintos países y regiones fuera necesario volver a enfrentarlos y, finalmente, llevarlos a repetir sus antiguas guerras.  Ahora, este occidente libre y próspero, heredero de sus tradiciones y de las Luces, hace agua por múltiples brechas y corre peligro de hundirse.
 Muchos beneficiaros de su cultura y género de vida están destruyéndolo, pese a que ha ido erradicando el hambre, cura enfermos y va proveyendo de vivienda a muchos que no han aportado nada a la sociedad en la que rechazan integrarse por su género de vida.
 Los populismos, los aislacionismos, los extremismos, los nacionalismos y la crisis de los valores de la Ilustración están poniendo en peligro esta gran nave que es el mundo occidental, al que querían imitar hasta casi finales del siglo XX la mayoría de los países dominados por poderosas religiones reaccionarias, la barbarie y el comunismo. 
 Occidente es una sociedad autodestructiva, plagada de descontentos. Alimentados especialmente por medios de comunicación que dedican todo espacio a hurgar en las heridas hasta presentarlas como graves úlceras, a afear las buenas noticias y ocultar la bondad de sus democracias.
 Como con algunas tribus antiguas, los líderes de los nuevos partidos de ultraizquierda y ultraderecha, se encierran en sí mismos y generan el aislacionismo de la UE y de sus instituciones.
 Tarde o temprano se retroalimentan con el separatismo, por naturaleza imperialista, que provocará reacciones violentas de los absorbidos.
 Occidente puede salvarse si cultiva los valores que lo hicieron deseable para el resto del mundo, rechazando el relativismo cultural y los proyectos de las mentes y creencias irracionales que facilitaron las guerras del pasado fanáticamente religiosas, ideológicas, económicas, étnicas y territoriales.

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