ATAQUE INCENDIARIO

“Mirounos a morte aos ollos"

Esperanza Vidal llora desconsoladamente al recordar la noche del domingo.Foto: Xesús Fariñas
photo_camera Esperanza Vidal llora desconsoladamente al recordar la noche del domingo.Foto: Xesús Fariñas

La parroquia de Abelenda, en Carballeda de Avia, fue el epicentro de la tragedia incendiaria. De allí, llegan relato tan conmovedores como los de una señora que narra su desgarradora impotencia ante las llamas

Abismal. El camino desde Carballeda de Avia hacia el núcleo de Abelenda era a las 10,00 horas la carretera del infierno. Los vecinos paseaban por los márgenes de la carretera y por las fincas cabizbajos. Nadie daba una palabra más alta que otra. El silencia reinaba en cualquier rincón del municipio. Solo los lloros de Esperanza Vidal rompieron un silencio que mezclaba indignación e impotencia. Vagaba por la carretera y caminaba encima del tendido eléctrico, tirado en el suelo. Sin luz en casa, poco tenía que hacer más que pasear y desahogarse con el primer periodista que se truncó en su camino. "O lume subía polos piñeiros e non tiñamos para onde escapar. Foi completamente horroroso. Mirounos a morte aos ollos. Non puiden durmir nada, na miña cabeza resoa todo o tempo o zumbido dos cables eléctricos polo calor e a veciña botando auxilios para a que fosemos axudar e non podíamos". Esa impotencia ante los gritos de su vecina la carcome por dentro. "Berraba por nós e porque lle estaba ardendo na porta e estaba encerrada e nós non podíamos saír. Foi terrible", relata Vidal. 
Las palmeras de la entrada de su vecina ardían impunemente en medio de la madrugada y ella clamaba auxilio. Esperanza y su marido no podían hacer nada. "Había unha columna de lume polo medio, non tiñamos nada que facer, non había luz". Solo pudieron pensar en escapar. "A nosa casa era de madeira e tiña moito medo, marchamos onde unha veciña", confiesa.
"Díxenlle o meu home, imos con todos os veciños e así polo menos morremos todos xuntos. Só nos quedaba abrazarnos os uns aos outros". Solo pudieron escapar de su casa de madera y refugiarse en una vivienda de una vecina junto a otros.  
Finalmente, el fuego llegó a las puertas de la vivienda pero los trabajos incansables de vecinos y fuerzas de seguridad acabaron por salvar lo casi todo. "O que xa non se recupera máis é a vida do Marcelo, iso xa non se recupera máis, iso xa non se recupera máis", repetía para sí constantemente ante el fallecimiento de uno de los vecinos en su galpón. Eso y los cultivos. "Coa seca, o pedrazo...nunca vin un ano tan catastrófico nesta aldea", decía Vidal. 
Desde la zona cero de la catástrofe, también hubo excepciones. Ramón, se levantó pasadas las seis de la mañana ante los gritos de la gente, pero él durmió plácidamente. "Escoitábase levantar moito aire e vin nubes de lume ao lonxe, peroeu seguín na cama", confesaba. 
Pero no solo allí sufrieron el pánico de las llamas. Todas las esquinas de Ourense sufrieron las consecuencias de unos atentados forestales sin parangón. En la Baixa Limia, por si las llamas no fueran suficiente señal de alarma, las campanas resonaban durante la noche y el día de ayer en las parroquias, como la de San Paio de Araúxo, para avisar a la población local de la cercanía del fuego. La noche del domingo no será fácilmente olvidable. "Ás nove da noite botámonos ao monte, o lume parou nun cortalumes e nunha pista que abrimos na aldea. Estivemos alí ata as oito da mañá. Ao principio estabamos só os veciños, de madrugada sumáronse os medios que viñan doutras zonas con maior risco", relata Jesús Rodríguez, uno de los vecinos de Puxedo que colaboró para que las llamas no llegasen al pueblo. Las llamas acabaron con años de trabajo y reforestaciones. n

Te puede interesar