VIGO

Adiós al poeta, al paseante enjuto y al conversador

Carlos Oroza recibió sepultura en tierra, en el cementerio civil de Pereiró, tal y como fue el deseo del poeta. Estuvo acompañado por amigos que acudieron a darle el último adiós.
photo_camera Carlos Oroza recibió sepultura en tierra, en el cementerio civil de Pereiró, tal y como fue el deseo del poeta. Estuvo acompañado por amigos que acudieron a darle el último adiós.

La Casa da Cultura Galega acogió ayer el velatorio a los restos de Carlos Oroza donde los amigos recordaron al rapsoda         fallecido en Vigo este sábado a los 92 años 

nnn La ciudad despidió ayer a uno de sus vecinos más ilustres en la Casa da Cultura Galega. Músicos, escritores y artistas pasaron por el velatorio de Carlos Oroza, el rapsoda, representante de la generación Beat y poeta maldito, que murió este sábado a los 92 años y fue enterrado la pasada tarde en el cementerio civil de Pereiró.
Los artistas Menchu Lamas y Antón Patiño llegaron desde Madrid para darle el último adiós. Fueron de los primeros en llegar. “Lo conocí a comienzos de los 70, en un encuentro en la Alameda; yo iba con mi padre y con Lodeiro; recitó de memoria el poema ‘América’; luego nos pasamos el día viendo al cielo y a las nubes, acompañándole en su búsqueda del espacio y del cielo”, recuerda un emocionado Antón Patiño, que estuvo acompañado por su hermano, el librero Xurxo. Destaca de Oroza su buena conversación, “teníamos muchos intereses en común: la música, la poesía, la pintura o la arquitectura; fue un amigo y un referente”.
La periodista María Xosé Porteiro pasó un momento, tras el pleno del Consello da Muller. Le rindió homenaje recuperando la expresión “presencia peripatética” para designar al “caminante que recorría Vigo”. Recuerda que carecía de necesidades: “Vivía desnudo que es el máximo grado de la libertad”.
En su deambular por la ciudad, la Fundación Laxeiro era una de sus paradas habituales, de donde recibió la distinción Premio Laxeiro en 2008. “Solía pasarse para que le ‘picasemos’ algún texto”, recuerda Javier Buján, director de la Fundación, que estuvo acompañado por el pintor Din Matamoros. Muy afectado, el artista asegura “se va un amigo, echaré mucho de menos su conversación y nuestros paseos”. De sus tiempos en Madrid, Oroza conservó la amistad de Silverio Rivas: “Hablábamos de arte y pocos se salvaban, uno de ellos, Chillida, que según, decía fue el que le recomendó regresar a Galicia”, recuerda el escultor. Para otro artista, Nelson Villalobos, coincidir con Oroza fue un honor ”porque me convirtió en su cómplice al ilustrar ‘Évame”. Asegura que le agradecerá siempre “haberle descubierto la inocencia de los 90 años”. Al músico Carlos Núñez, el último café que compartió con el poeta permanecía ayer muy cercano: “Cada conversación era como recibir una lección de un maestro, era una oportunidad para aprender; ese día me dijo una frase muy hermosa, que ‘la palabra o la escritura son solo signos, y a quien no le guste la música está condenado a hablar por señas”. Con una sonrisa en los labios, Marcos Caveiro recuerda “le pagué muchos cafés y le invité a un montón de pitillos”. El escritor hace un llamamiento a un homenaje colectivo: “Estaría bien que un día apareciese una figura de bronce en una de las calles por las que paseaba con su sombra sobre la pared”, sugirió. El pintor Carlos Vilas, quien compartió amistad y trabajo con el rapsoda, llegó acompañado por la viuda de Sucasas, visiblemente emocionada: “En el norte están de luto y el mar está en horas bajas”, recitó Vilas en alusión a su primera antología, “En el norte hay un mar más alto que el cielo”. 
En el homenaje también participaron los representantes políticos. Así, la presidenta de la Diputación, Carmela Silva, subió al atril instalado junto al cuerpo presente para destacar su universalidad: “Era internacional, amaba al mundo y a las personas; estaba comprometido con su tiempo”, aseguró. Silva quiso dedicar unas palabras de agradecimiento a Javier Romero, de la Editorial Elvira “por cuidárnoslo y atenderlo como lo hicisteis”. 
El concejal de Cultura, Cayetano Rodríguez, lo recordará como “el poeta de la palabra, del ritmo”. Finalmente, el alcalde Abel Caballero tomó la palabra para  asegurar que “por encima de todo vivía para la poesía, y desde su vivencia descubrió un alma inmensa” y concluyó, diciendo “el tiempo fue pasando, pero la poesía se mantiene”.
Con una sencilla puesta en escena, los restos de Oroza se velaron en la sala de exposiciones del antigua ayuntamiento. Con las paredes blancas, la proyección bucle de fotos del poeta competían con las coronas de flores puestos a los pies de la caja: de los comerciantes Zona Centro, de la Editorial Elvira, de la Fundación Novoneyra, de la Diputación de Pontevedra, del Concello de Viveiro o de tus amigos eran algunas de las leyendas.
Emoción y recuerdos flotaban por la atmósfera de un velatorio que no pretendía ser triste, sino un homenaje. Pasaba del mediodía cuando llegó  el ex- presidente de la Real Academia Galega, Xosé Luis Méndez Ferrín: “Voy a despedir a un amigo”, declaró.n

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