Visita al cementerio y pizza en familia por los difuntos en Vigo
Día de Todos los Santos
Distintas generaciones quedan tradicionalmente para llevar flores a las tumbas y recordar a sus fallecidos
“Cuando éramos pequeñas veníamos con toda la familia, con tíos y primos, hacíamos el recorrido por Pereiró y luego íbamos a tomar el aperitivo a O Castro”. Los Pérez Crespo siguen yendo juntos a cumplir con la cita de Todos los Santos. “Solemos venir varias veces al año, últimamente más a menudo desde que fallecieron nuestros padres, pero hoy es un día especial, para animar a los más jóvenes los invitamos a ir a tomar pizza después del cementerio, es un aliciente, un pequeño chantaje”, bromea una de las hermanas que adaptaron a los nuevos tiempos la tradicional comida de difuntos.
Julia Ambroa también quedó con su hija, Julia Canosa, para acudir al cementerio. Hace dos años que falleció su marido y visitan la tumba con regularidad. “Estuvimos hace ocho días para ponerle flores frescas, hoy toca limpiar un poco el cristal; nos gusta venir y cumplir, ayer ya estuvimos en el de la aldea”.
Cerca de ellas, la familia Jiménez, de etnia gitana, recordaba a los suyos con un encuentro intergeneracional. “Mi madre y mi tía llegaron a las diez de la mañana y estarán hasta que cierre”, explica Alejandro. Reunidos en grupos numerosos destacaban en el cementerio por juntar desde niños a mayores. “Siempre nos encontramos aquí, no quedamos para venir, estamos hermanos, primos, tíos; estamos todo el día, nos acompañamos y luego nos vamos cada uno para su casa”, apuntó Ana Castro, junto a los nichos de seres queridos decorados con coronas y ramos de flores amarillas, blancas y rojas.
Jorge Forneira y su mujer, Luisa Grobas, no descuidaron el arreglo del panteón en una fecha tan señalada. Octogenarios, afirman ser conscientes de que cada vez se visitan menos los cementerios. “Nuestros hijos no vienen en estas fechas, de vez en cuanto pasan por aquí, pero no tanto como nosotros”. Con una doble hilera de nichos bajo un conjunto arquitectónico, el mausoleo acoge a varias generaciones de una misma familia. “Lo compraron hace ya muchos años mi padre y un hermano, están ahí enterrados desde mis abuelos”, indica Forneira.
En el Xardín da Memoria, antiguo cementerio civil, en la tumba de la pequeña Anita Lorenzo Díaz lucía un peluche, varias velas y un jarrón con flores. Falleció a los 5 años, el 17 de abril 1931 y hasta hace unos años su lápida estaba rota y abandonada, ya que su familia hace un par de generaciones que se trasladó a otra ciudad. La polaca Magdalena Dywelska, residente en Vigo, la “adoptó” como fallecido al que velar, una costumbre muy arraigada en su país. Sigue fiel a su compromiso, siendo un clásico de Pereiró.
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