Vigo vivió el apagón entre la confusión y el civismo

Resumen del 2025

La incertidumbre protagonizó las primeras horas, aunque los vigueses disfrutaron de las terrazas y no se registraron conflictos en toda la ciudad

Panorámica de la ciudad durmiendo completamente a oscuras la noche del apagón.
Panorámica de la ciudad durmiendo completamente a oscuras la noche del apagón. | Atlántico

El 28 de abril quedará marcado en la memoria de los vigueses tras pasar más de doce horas sin electricidad. La luz se fue sobre el mediodía y no regresó hasta alrededor de las cuatro de la madrugada del día siguiente, convirtiendo a Vigo en una de las zonas de España donde más tarde se restableció el suministro eléctrico. Desde el primer momento, la confusión se adueñó de calles, hogares y servicios, pero también quedó patente el civismo de los vigueses ante una situación inesperada.

Calles y avenidas se llenaron de peatones mientras la Policía Local y Nacional controlaba los puntos más conflictivos, como Praza de España, Praza América o Avenida de Madrid. Más de cincuenta patrullas, junto con efectivos de Protección Civil y Bomberos, organizaron el tráfico y asistieron a quienes quedaron atrapados en ascensores, atendiendo más de treinta incidencias sin que se registrara ningún accidente grave. Las autoridades cerraron preventivamente el túnel de Beiramar y multiplicaron la presencia policial y de bomberos para garantizar la seguridad de los ciudadanos.

El transporte público también sufrió las consecuencias del apagón. Los servicios ferroviarios de Urzaiz y Guixar colapsaron al mediodía, dejando a cientos de viajeros bloqueados y obligándolos a desplazarse a pie o a utilizar autobuses que rápidamente se llenaron. Incluso algunos vuelos registraron retrasos y cancelaciones, aunque sin mayores complicaciones. La falta de electricidad obligó a improvisar soluciones y a adaptarse, y muchos ciudadanos vivieron largas colas en gasolineras, supermercados, panaderías, bazares y ferreterías para adquirir alimentos, velas, pilas y otros suministros básicos. Los establecimientos que no pudieron funcionar cerraron sus puertas a media tarde, algunos con un cartel explicando la situación, mientras que terrazas y cafeterías abiertas aprovecharon las agradables temperaturas para mantener actividad.

En los hospitales, la situación fue especialmente crítica. Centros como el Álvaro Cunqueiro mantuvieron únicamente la actividad esencial gracias a los generadores de emergencia, atendiendo solo urgencias y casos no demorables. Se aplazaron consultas, cirugías y pruebas, mientras que los centros de salud, sin electricidad ni internet, regresaron a la receta en papel y la atención presencial mínima. Pacientes vulnerables, como los enfermos dependientes de respiradores, fueron trasladados a urgencias, donde la comprensión y la paciencia de los usuarios marcaron la jornada. Incluso se registró un repunte de partos durante la tarde, que se atendieron con normalidad gracias a la coordinación del personal sanitario.

Además de la logística y los servicios esenciales, aquel día dejó escenas curiosas y entrañables que la ciudad aún recuerda. Vecinos se reunieron espontáneamente en los portales, patios y plazas, compartiendo linternas y cargadores portátiles, comentando la jornada y ayudándose mutuamente.

Atlántico no faltó en su cita diaria con los lectores

Fiel a su compromiso con los lectores, Atlántico acudió puntual a su cita diaria el 29 de abril, día posterior al apagón. El lunes 28 de abril, varios periodistas trabajaban en la redacción cuando se fue la luz, sin sospechar aún de la gravedad de lo que sucedía. Los corresponsales de comarcas comunicaron que en sus zonas tampoco había luz, lo que levantó las alarmas cuando la información aún circulaba a cuentagotas. Ante la imposibilidad de trabajar desde Vigo, un pequeño equipo se trasladó en coche a Ourense, a la redacción de La Región, desde donde se pudo confeccionar el periódico.

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