Vigo ya luce todos sus pazos rehabilitados tras acabar el de A Raposeira

La reforma de A Raposeira se suma a actuaciones anteriores como las de Rivera Atienza y San Roque para recuperar este patrimonio histórico

El pazo de A Raposeira, ya rehabilitado, es probablemente el más antiguo de la ciudad. Aunque originalmente se databa en 1625, las últimas investigaciones indican que la construcción, situada en Sárdoma, es anterior a esa fecha, ya que en ese año ya existía un documento de transmisión de propiedad.
El pazo de A Raposeira, ya rehabilitado, es probablemente el más antiguo de la ciudad. Aunque originalmente se databa en 1625, las últimas investigaciones indican que la construcción, situada en Sárdoma, es anterior a esa fecha, ya que en ese año ya existía un documento de transmisión de propiedad.

Con la reciente rehabilitación del pazo de A Raposeira, en Sárdoma, Vigo recuperó ya la última de las construcciones históricas de este tipo que aún perduran en la ciudad que permanecía en estado de abandono. Grato Amor Moreno, miembro de la Asociación Amigos de los Pazos, asegura que “Vigo puede presumir de tener en su caso urbano de cinco grandes pazos con mucha historia e importancia”.

En concreto, se trata del Pazo de Quiñones de León (originalmente Lavandeira), en Castrelos; el Pazo de San Thomé, conocido como el de la Pastora; el Pazo do Couto, conocido como el de San Roque; el Pazo da Portela, conocido como el de Rivera Atienza. El de A Raposeira es el último en ser recuperado después de que la Xunta rehabilitase el de Rivera Atienza y Abanca el de San Roque.

En cuanto a la rehabilitación de A Raposeira, Grato Amor destaca que “se ha respetado bastante bien la estructura tanto exterior como interiormente, se recuperó el hórreo, se puso en valor el cruceiro, la fuente circular, la capilla se restauró, el jardín francés se recuperó y en definitiva estamos de enhorabuena porque hemos recuperado un bien patrimonial vigués que estaba condenado a la desaparición”. Como única pega, lamenta que esta recuperación fue “tardía”, tras pasar alrededor de diez años desde que el Concello se hizo con la propiedad. A estos cinco grandes pazos se suma a una lista que incluye también a otras casas solariegas y blasonadas que, aunque no cumplen con todos los requisitos para ser considerados pazos en sentido estricto, forman parte del mismo legado histórico.

El pazo de Rivera Atienza, en Martínez Garrido, es propiedad de la Xunta. Quizá por su ubicación no es muy conocido, pero sí utilizado, al haber sido recuperado y adaptado como centro social.
El pazo de Rivera Atienza, en Martínez Garrido, es propiedad de la Xunta. Quizá por su ubicación no es muy conocido, pero sí utilizado, al haber sido recuperado y adaptado como centro social.

Según Grato Amor, un pazo es una construcción civil tradicional de Galicia, habitualmente situada en el rural y relacionada con la nobleza. A diferencia de lo que algunos puedan pensar, señala que un pazo no tiene que ser especialmente grande o lujoso, sino que se define por una serie de características comunes: una estructura con una o más torres, dependencias complementarias como el hórreo, en ocasiones una capilla y, como elemento más distintivo, un escudo de armas.

El pazo como construcción refleja la transición de la Edad Media a la Edad Moderna, cuando muchas de las fortalezas medievales perdieron su función militar y se convirtieron en residencias de la nobleza. Este proceso de transformación da lugar a la arquitectura de los pazos, que en su mayoría se desarrollan entre los siglos XVI y XVIII, con el auge del Barroco. En estos edificios, el carácter agropecuario juega un papel fundamental, ya que los pazos eran autosuficientes y servían como centros de producción agrícola y ganadera, además de actuar como centros de poder social y económico.

La Asociación Amigos de los Pazos, fundada en 1972, busca preservar y catalogar de los pazos de Galicia. La entidad publicó un inventario que recoge todos los documentados. En total, catalogaron unos 30 pazos y casas solariegas en Vigo, algunos de los cuales ya han desaparecido, como el Pazo de Miraflores en Sárdoma o el Pazo de Núñez en Casablanca, en el que vivió Concepción Arenal. También persisten otras casas solariegas, pero más recientes para ser consideradas pazo, como la casa de Aires en Sárdoma o la de Montecelo en Teis.

Según Amor, rehabilitaciones como la de A Raposeira forman parte de una tendencia para recuperar el legado histórico de los pazos desde la segunda mitad del siglo XX, no solo por las administraciones. Señala que para muchos propietarios privados, los elevados costos de mantenimiento hicieran que, en muchos casos, la conservación de estos edificios fuese una tarea difícil. Con todo, algunos pazos fueron reconvertidos en explotaciones agropecuarias, y en la actualidad, algunos han sido aprovechados como bodegas o centros de turismo rural.

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