La víctima del crimen de Areal recibió más de 11 golpes en la cabeza que anularon su defensa
Tribunales
Los forenses afirman que el profesor recibió con una bola de mármol 10 impactos en cara y cabeza, cuatro de ellos en la misma zona y todos anteriores a las 21 cuchilladas
El castillo de naipes montado por la Fiscalía y acusaciones en el juicio con jurado que se sigue en la Audiencia en Vigo por la muerte violenta del profesor Benito Torreiro, de 69 años, acabó ayer de derrumbarse por completo. Pese a los esfuerzos por evitar que los forenses entraran de lleno en su informe, de nuevo el comodín del jurado desveló ‘in extremis’ dos de las características en un asesinato: la alevosía y el ensañamiento.
Fue el tribunal popular quien interrogó sobre si la víctima estaba consciente o las posibilidades de defensa tras haber sido descritas las lesiones por los peritos como un ataque de extrema “agresividad”.
Según declararon, Benito Torreiro presentaba hasta once lesiones contusas ocasionadas por golpes compatibles con las bolas de mármol ornamentales encontradas y cuyo peso se estima entre el medio kilo y un kilo. Dichas lesiones no se corresponden exactamente con el número de golpes asestados, explicaron, pudieron ser más. La mayoría fueron en la cabeza y cara y solo una contusión, leve, en el dorso de la mano.
La herida más importante fue la que le hundió el cráneo. Los forenses aseguraron que “se encontraron cuatro impactos sobre la misma zona”, muy cerca de donde se encontró la punta del cuchillo clavada. Aunque en sí misma no se considera una herida mortal de necesidad, porque cabría supervivencia, sí podría llegar a causar la muerte, explicaron. No obstante, fueron claros al afirmar que esa lesión “produce una conmoción cerebral que lleva a la inconsciencia o semiinconsciencia por lo que la capacidad de respuesta está prácticamente anulada”. Es decir, el profesor no pudo defenderse del siguiente ataque, el que acabó definitivamente con su vida: las 21 puñaladas.
Los médicos del Imelga describieron la sucesión de unos hechos que comenzaron en el sofá, donde se producen los golpes. En ese instante el profesor sí habría tratado de esquivar el ataque por las lesiones de su mano, si lo hubiera hecho durante las cuchilladas, “estas heridas serían más profundas”.
La puñalada mortal fue en la yugular, “no se descarta el degollamiento", afirmaron. El ataque se produjo estando el agresor de frente y de lado excepto esta cuchillada que pudo ser por detrás. La práctica totalidad fueron propinadas en la zona del cuello y cara, pero hubo tres en el tórax. Una de ellas fue calificada de relevante porque le atravesó la costilla y llegó hasta el pulmón. Al hacerlo, dejó una marca que permitió saber el ancho del cuchillo, de unos diez centímetros, compatible con el hallado encima de la mesa.
La causa de la muerte fue un shock hipovolémico por un mecanismo combinado, los golpes en el cráneo y la cuchillada en la yugular.
El ataque se produjo seguido y en pocos minutos. En todo caso, aunque casi inconsciente estaría aún vivo hasta el remate final.
Sobre la fecha de la muerte, que centró la única pregunta (más bien aclaración de una errata) de uno de los abogados de la acusación particular (el otro ni siquiera acudió a la vista), los médicos del Imelga fueron claros al declarar sobre las dificultades de poder saberla con exactitud, pero estimaron que se habría producido sobre el 27 y el 29 de diciembre.
“Le dio una especie de brote, cogió un vaso y me hizo daño"
Además de los forenses, ayer declararon varios amigos del acusado. Uno de ellos relató como la noche del 29 de diciembre, cuando supuestamente ya se habría cometido el crimen, sufrió un episodio violento por parte de David. “Esa noche se enfadó conmigo, se celó al verme con un amigo y tuvo una especie de brote, cogió un vaso, me lo lanzó y me hizo daño”, relató este joven. Añadió que tras lo sucedido, “le dije que iba a llamar a la Policía y entonces se marchó de allí”.
Otro de los amigos que estuvo ese mismo día con el acusado cenando afirmó que “le temblaba la pierna y estaba muy nervioso”. Afirmó que ya esa noche, la del 29, “le vi tres móviles, me dijo que uno era suyo, otro de empresa y el tercero de su madre”.
Un tercer testigo que vivió en primera persona los hechos acontecidos en el interior del local el 29 de diciembre aportó una versión diferente a la del perjudicado. “No le tiró el vaso, solo lo que había dentro, y no sé si llamó a la Policía pero David no se marchó”. Además, afirmó que estuvo todo el día con él y aunque reconoció que el 28 de diciembre se ausentó de la discoteca porque dijo que se iba “con su mejor amigo”, afirmó que “volvió sobre veinte minutos o media hora después”. Este joven negó saber que David había quedado con el profesor pero en sus whatsapp sí le preguntaba por cómo había ido la cena, “sabía que se había ido de cena pero no con quién”. Al finalizar su declaración, miró al acusado y le guiñó mientras ambos sonreían.
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