Nombres de las calles de Vigo que cumplen 40 años
EL CALLEJERO VIGUÉS
Hace ahora cuatro décadas el ayuntamiento vigués eliminaba del callejero a una docena de sonoros nombres del franquismo. José Antonio o el General Aranda desaparecían de las direcciones
Hace 40 años el callejero de Vigo estaba militarizado, repleto de calles de generales que habían participado en la Guerra Civil y que a partir de 1937 y durante más de 40 años dominaron en las direcciones locales. Eso cambió a principios de 1981, hace ahora justo 40 años, durante la primera Corporación democrática, que con valentía aunque sin consenso aprobó la recuperación de los nombres anteriores a iniciativa del alcalde Soto y el concejal Carlos Núñez. Curiosamente, buena parte del callejero anterior se seguía utilizando, así que la modificación no resultó en absoluto traumática. Aunque no en todos los casos. Los cambios más llamativos fueron los siguientes:
Urzaiz. Hasta 1981 se llamaba José Antonio, por el fundador de la Falange. En 1981 recuperó el nombre que tuvo entre 1906 y 1931, en honor de Ángel Urzaiz, un diputado conservador por Vigo que ayudó de forma notable al desarrollo de la pequeña ciudad. En la República la avenida fue bautizada como García Hernández, sublevado a finales de la monarquía en compañía del capitán Galán. Como héroes del régimen de 14 de Abril, uno -García Hernández- recibió Urzaiz y otro Príncipe, que recuperó en 1936 su denominación tradicional.
Pi y Margall. El General Aranda, compañero de Franco, llevó su nombre. En 1981 volvió al presidente más famoso, y efímero, de la I República.
Porta do Sol. La que será dentro de un par de años la primera gran plaza urbana de la ciudad -un déficit histórico que se va a corregir al fin- se llamó durante 40 años plaza del Capitán Carreró, que había sido el militar que se sumó al golpe que desembocó en la Guerra civil y el que leyó el bando en ese mismo lugar, lo que desencadenaría la represión posterior. Nadie (salvo Vitrasa) llamó jamás así a la Porta do Sol, así que la recuperación fue sencilla y aplaudida.
Areal. Otro militar, Felipe Sánchez, gobernador de la plaza, con calle, aunque los vigueses continuaron llamando Arenal. En 1981 se hizo oficial y nadie se enteró tampoco. Esta calle tiene el récord vigués de cambios de placa. Hasta 1868 se llamaba así, por la playa. Ese mismo año, cuando se organizó el vial, fue bautizado como Sagasta, uno de los hombres de la Restauración. Duró hasta 1931. Con el cambio al régimen republicano pasó a ser Salmerón, en honor de uno de los cuatro efímeros presidentes de la I República. Duró hasta 1936, en que le tocó Felipe Sánchez, hasta 1981, cuando volvió a ser Areal.
Progreso: el mercado del Progreso continuó llamándose durante el franquismo así, por la calle vecina, que sin embargo era oficialmente Queipo de Llano, otro militar.
México. En medio de docenas de calles con nombres de países de América aparecía Capitán Cortés, el enésimo militar del callejero. La recuperación del nombre era urgente, una vez que las relaciones con el país azteca se normalizaron.
Además, hubo otras calles que llevaron nombres franquistas, pero sin éxito.
Gran Vía tenía el añadido del “Del Generalísimo” en su titulación oficial, aunque nadie jamás la llamó así. Curiosamente, tenía cierta lógica, ya que la avenida fue inaugurada por el propio Franco.
Travesía de Vigo se llamó Avenida Carrero Blanco, por el presidente del Gobierno asesinado en atentado en 1973 -cinco primeros ministros en total tuvieron muertes violentas en la historia de España entre los siglos XIX y XX- pero poco duró y nadie denominó así a la avenida. La placa, sin embargo, tuvo más fortuna, y al estar situada en una zona elevada pervivió hasta los años noventa, en que fue retirada con la construcción de un edificio.
Pino. Otra calle que cambió, que se bautizó como Luciano Conde, un joven falangista muerto en el conflicto. En 1981 volvió a ser calle Pino.
Toledo. Una calle del Calvario que durante el franquismo se denominó Alcázar de Toledo. El cambio fue muy sencillo. Más llamativo es la existencia de la plaza División Azul, que era el punto de encuentro de Camelias con Venezuela, frente al Castro. Sólo los taxistas y la Policía Local sabían de su existencia.
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