Un traumatólogo vigués, entre los “chalecos rojos” de Turquía

Tomás Quinteiro formó parte de la primera rotación de equipo médico de respuesta en emergencia enviado por España, que llegó a la zona tres días después del terremoto: “Me impactó la enormidad de la catástrofe”

Tomás Quinteiro Antolín, en el hospital de campaña de la ciudad de Alejandreta, en Turquía.
Tomás Quinteiro Antolín, en el hospital de campaña de la ciudad de Alejandreta, en Turquía.

Un traumatólogo del Hospital Álvaro Cunqueiro, Tomás Quinteiro Antolín, formó parte del primer equipo médico de emergencias que viajó a Turquía tan solo tres días después del terremoto del 6 de febrero que acabó con la vida de casi 48.000 personas en el sur de este país y en el noroeste de Siria. Fue uno de los “chalecos rojos" que atendieron a la población local y que vivía así su primera experiencia de cooperación internacional. Aunque había más sanitarios gallegos, él era el único del Cunqueiro.

Formaba parte del equipo médico de respuesta en emergencia de la Agencia Española de Cooperación Internacional que depende del Ministerio de Asuntos Exteriores y fueron los primeros “chalecos rojos” españoles en llegar a Alejandreta (Iskendurun), tan solo tres días después de la catástrofe. Las rotaciones de estos equipos eran de quince días y a él le tocó en el primer grupo, formado por 80 personas entre sanitarios y expertos en logística. Pasaron casi tres días montando el hospital de campaña, con sus 30 tiendas, sus quirófanos y todos los equipos necesarios para su funcionamiento.

Durante su estancia atendieron a una media de 250 pacientes diarios, pero pasaron a estar entre 300 y 450 diarios después del segundo terremoto del día 20 de febrero. Después la media volvió a los 220 casos diarios. Hasta el día 1 de marzo los españoles habían atendido a 4.500 personas en el hospital de campaña de Alejandreta. “Dimos la misma asistencia que daríamos en España dentro de nuestras posibilidades, y los casos más complicados se estabilizaban y se trasladaban en condiciones seguras a los hospitales que podían atenderlos”. El traumatólogo explica que “el servicio de salud turco funciona y tiene buen soporte, pero en una situación con miles de víctimas se colapsa todo y de ahí la ayuda internacional”. Operaron a decenas de personas, en su mayoría con heridas y lesiones por aplastamientos “tras pasar 50, 60 y hasta 100 horas atrapados bajo los escombros en situaciones terribles”. Se ocupaban también de las curas y el seguimiento hasta que fueron reabriendo los centros sanitarios turcos. También dieron asistencia a personas de la zona en aquellos primeros días en los que el centro más cercano estaba a 180 kilómetros de distancia.

El equipo médico estaba formado por cirujanos generales, traumatólogos, ginecólogos, médicos y enfermeros de urgencias, matronas, enfermeras de quirófanos, pediatras y enfermeras de pediatría, anestesistas, personal de laboratorio, farmacéutico, técnico de rayos, personal de cocina y un equipo que se ocupaba del tratamiento de aguas para consumir y residuales, así como psiquiatra y psicólogo. “Estábamos muy motivados y muy formados, fue un placer compartir tiempo con ellos. Se aprende mucho a compartir, entender y vivir cosas. No es lo mismo tomar decisiones cuando tienes 50 compañeros a los que preguntar y todos los medios detrás de ti”.

Menciona también el trabajo “espectacular” de los traductores voluntarios que acudieron de forma espontánea desde toda Turquía, de España y de otros países porque “comunicarse era de las tareas más complejas”. Fueron incluso estudiantes turcos que hablaban en inglés. “Trabajaban 12 horas con nosotros y no es lo mismo ver personas enfermas siendo sanitario que sin serlo. Estuvieron siempre al pie del cañón”.

“Me impactó la gente sin casa, la enormidad de la catástrofe”

“¿Lo que más me impactó? La cantidad de gente afectada, ya no la gravedad de lo que puedan tener, sino la enormidad de la catástrofe. Estamos hablando de miles de personas, sin casa y sin medios de vida”, explica.

Preguntado por cómo vivió en persona el segundo terremoto que sacudió la zona el 20 de febrero, explica que la sensación es “impresionante” e “indescriptible” porque “no estamos acostumbrados”, pero no pasó miedo. “Una de las prioridades era montar el hospital en condiciones de seguridad, donde no hubiese riesgo de caída de edificios ni otros peligros”. Para eso, la organización se puso en contacto con las autoridades locales, que les asignaron una explanada utilizada para ferias. “Las personas que llegaban con golpes tras ese segundo terremoto venían muy asustadas. No quiero imaginarme a la gente que estaba en un edificio después de haber vivido cómo se caían tantas casas y que vio cómo la tierra empezaba a moverse de nuevo sin saber cuánto iba a durar y hasta dónde iba a llegar, si sería algo pequeño o de la magnitud del primero”.

Tomás Quinteiro: “Quería echar una mano y estar cerca de la gente”

“Cuando ocurre una catástrofe lo primero que piensas es cómo ayudar. Es algo que siempre tenía en mente, poder echar una mano y estar más cerca de la gente. Este sistema me lo permitía”. Así explica el traumatólogo Tomás Quinteiro Antolín, de 42 años, los motivos por los que decidió presentarse como voluntario. No fue algo que surgiese de un día para otro. Encontró una convocatoria para ser voluntario para la que había que cumplir unos requisitos y cualificación profesional. Se presentó y fue seleccionado a finales de 2021. Se trataba del proyecto Start de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Aecid) un organismo público adscrito al Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y de Cooperación. El Start, acreditado por la OMS e inscrito entre las capacidades de respuesta en emergencia del Mecanismo Europeo de Protección Civil, buscaba contar con un equipo sanitario de primer nivel formado por profesionales de la sanidad pública y que estuviese listo para desplegarse en 72 horas a cualquier rincón del mundo en caso de emergencia.

Tomás Quinteiro se apuntó sabiendo todo esto y el año pasado recibió distintos cursos de formación relacionados con la cooperación internacional, cuestiones legales, las condiciones de un despliegue, cómo enfrentarse a retos sociales y otros asuntos. En cuanto le llamaron para ser parte del equipo médico destinado a Turquía no lo pensó dos veces. Era su primer despliegue y tras vivir lo que considera una experiencia única asegura que “por supuesto, sin lugar a dudas volvería a otra misión”.

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