Rosario Raro: “No podemos llamarnos civilización mientras existan las guerras”

Autora de la novela "La novia de la paz", con la que logró el Premio Azorín

Entrevista a Rosario Raro, escritora | Atlántico

Rosario Raro (Segorbe, 1971) visitió el set de Atlántico TV con su última obra, “La novia de la paz”. Autora de novelas como “El cielo sobre Canfrac” (2015) o “Prohibida en Normandía” (2024), llega con una historia inspirada en la que recupera a Emily Hobhouse, pionera del activismo pacifista a comienzos del siglo XX.

“La novia de la paz” está basada en una historia real, pero parece fantasía.

La realidad nos proporciona los mejores argumentos. Por mucha imaginación que creamos tener quienes escribimos, la vida es insuperable. Emily Hobhouse tuvo una vida apasionante y difícil por todo lo que tuvo que pasó y todo lo que significó.

Y en aquel tiempo en que no era tan fácil moverse, ella saltó continentes.

Viajó y no a sitios turísticos precisamente. Me parecía muy interesante que igual que Quijote cuando empieza la obra es un lector que luego se convierte en personaje, también pasase con Emily. Ella hacía lo que ahora llamamos activismo desde su columna del “Manchester Guardian”. Pero decide pasar a la acción y se va nada menos que al sur de África desde Londres. En 1901 tenía 35 años que podrían equivaler perfectamente a los 54 que yo tengo. No era ninguna jovencita. Empieza a vivir a esa edad porque había pasado 15 años encerrada cuidando a su padre.

Y esta figura femenina tan especial se contrapone a otros protagonistas que sufren momentos delicados.

Sí, esa era la intención, que todos los personajes fueran fugitivos, que fueran europeos que aparecen en estos escenarios que para nosotros son exóticos como las repúblicas en litigio del sur de África, como Honduras, Mozambique o La India, en el caso de otro personaje que tiene que huir por la sencilla razón de a quién ama. Es homosexual, algo que era delito en la Inglaterra de ese momento. Lo peor es que lo sigue siendo en más de 30 países. Era una sociedad que condena a alguien porque ama y en cambio ensalza la guerra en nombre del honor y de la gloria. Es un contrasentido.

Todo esto transcurrió hace 125 años; sin embargo, está en plena vigencia.

Ahora mismo hay más de 60 conflictos armados en todo el mundo. Creo que no podemos llamarnos civilización mientras existan las guerras. A veces pienso qué le parecería a la protagonista de esta novela y yo creo que volvería a morirse del susto.

También aborda la hipocresía de la sociedad británica, en este caso, a comienzos de siglo donde la mujer era la principal sospechosa.

Siempre es la culpable. Me interesa mostrar que todos los personajes que huyen, están en estado metamórfico hacia otro yo. Y en el caso de la otra protagonista, que huye de un escándalo sexual en la hipócrita alta sociedad londinense. Es un mundo de vicios privados y virtudes públicas. La misma en la que vivió y padeció Oscar Wilde, que fue condenado a trabajos forzados por el mismo motivo que Fitz, el personaje que sale en esta novela. Quería reflejar también los distintos tipos de amor, ya que convive con la gran historia entre Shayna y el escultor escocés, ambientada en África. Sobre esto me han dicho que surgen reminiscencias de “Memorias de África”, salvando las distancias. Como guiño a esa historia de Christence Dinesen, a mi personaje masculino también le puse Denys, como al que interpreta Robert Redford.

¿Cómo da con esta historia?

Es curioso el momento en que surge la chispa, en que todo se pone en marcha y piensas esta historia la tengo que escribir. Fue casual, estaba leyendo sobre Gandhi y yo no sabía que había tenido una relación epistolar con León Tolstoy y que las ideas de la no violencia, la resistencia pasiva, realmente eran conceptos que había tomado de sus lecturas del escritor ruso. Gandhi quería que le apoyara su causa en defensa de los 150.000 ciudadanos indios en el sur de África, porque Tolstoy era muy popular. Descubrí que Gandhi hablaba de una mujer como la persona que más le había ayudado en su etapa en el sur de África, y era Emily Hobhouse. La llamaba la constructora de puentes, simbólicamente, porque había logrado encender la conciencia del mundo y hoy no se recuerda. Fue una pionera en el activismo por los derechos humanos. Ya estaba en esta batalla 47 años antes de que se promulgase la Carta de los Derechos Humanos (1948). El título de “La novia de la paz” es porque no se casó con ningún hombre, pero sí que se casó con todas las causas que consideraba injustas. Quería declararle la guerra a la guerra.

¿Tampoco se le reconoce en su país?

En Inglaterra la silenciaron. Emily ayudaba a las personas sin plantearse cuál era su origen o en qué bando estaban. Nunca se lo perdonaron, la consideraron una traidora.

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