METEOROLOGÍA
Una masa de aire frío y nevadas reciben el invierno
Roger Mateos (Barcelona, 1977) firma el libro de investigación periodística “El verano de los inocentes” (Anagrama), que coincidiendo con el 50 aniversario de los cinco últimos fusilamientos del franquismo, aborda la implicación real de los tres miembros del FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriota) ejecutados en Hoyo de Manzanares. Dos de ellos eran vigueses, Xosé Humberto Baena y José Luis Sánchez Bravo, que murieron junto al catalán Ramón García Sanz. La despedida sangrienta del franquismo se completó con otros dos sentenciados a muerte, los integrantes de ETA, Juan Paredes Manot, “Txiki” y Ángel Otaegui, asesinados en Barcelona y en Burgos, respectivamente.
Su trabajo, del que habló para Atlántico, se centra en los encausados del FRAP y concretamente en Xosé Humberto Baena, al que el Gobierno acaba de reconocer como víctima de persecución política durante el franquismo, al tiempo que declaró ilegitimo e ilegal al tribunal que lo juzgó, e ilegítima y nula la condena dictaminada contra él. Dio así la razón a la reivindicación por parte de la familia, encabezada por su hermana, Flor Baena, para “limpiar su nombre” ante la acusación de haber participado en una acción del FRAP en la que dispararon y mataron a un policía armada. Es una lucha de cinco décadas ante los tribunales y la opinión pública que también llamó la atención de Mateos, inmerso desde 2002 en la investigación del PCE m.l. (Partido Comunista Español marxista-leninista).
¿Fue una trágica coincidiencia que de los cinco fusilados, dos fueran de Vigo o tenía el FRAP una presencia especial en esta ciudad?
Vigo era una ciudad con militancia del FRAP, pero no era el único foco, ni mucho menos. En este caso fueron dos jóvenes que tuvieron que huir de Vigo por la persecución policial a causa de su actividad antifranquista. Convergieron en Madrid en el peor momento posible. Coincidieron ambos en una situación de vulnerabilidad, ya que no tenían allí una red de amigos y familiares tan amplia como otros camaradas que pudiese acogerlos y protegerlos. Fue una triste coincidiencia.
Obsesionado por la última frase de Xosé Humberto a su padre (“no fui yo quien lo mató), inicia el libro planteándose la inocencia de este vigués. ¿Cómo llegó a plantearse esa posibilidad?
En realidad, mi horizonte es la historia del PCE m.l. y ahí están los fusilamientos de 1975 que fueron los hechos más dramáticos de su trayectoria, lo que me llevó a decidir dedicarle un título propio. Dentro de esto, sin menospreciar a los otros dos, el caso de Xosé Humberto me pareció especial, ya que se podía demostrar su inocencia desde un punto de vista periodístico, analizando lo que pasó. Los tres fueron asesinatos aborrecibles, pero al de Baena se suma que podía ser inocente.
Y después de la investigación, ¿cree en la inocencia de Xosé Humberto?
Fue fusilado por lo acontecido en la calle Alenza el 14 de julio de 1975 y tengo la convicción de que no lo hizo. Reuní evidencias y datos que me llevaron a la conclusión de que no fue el autor material de la acción por la que le condenaron, de esa en concreto. No niego que formaba parte de un comando. Su mejor amigo Manolo Piña ya reconoció en 2009, en el documental de Dufour, que Xosé Humberto iba armado, que así se lo había dicho en su última carta. Eso tampoco tenía que significar nada. A él lo mataron por lo que sucedió en Alenza, por algo que no había hecho. Me volqué en demostrarlo, es algo que se tiene que denunciar. No quiere decir que los otros sean culpables o que justifique los fusilamientos, que me parecen una atrocidad.
Si Baena era inocente, ¿quién lo hizo?
Mi principal objetivo en esta investigación era demostrar la inocencia de Xosé Humberto. Reuní indicios y evidencias que lo avalan. Una vez llego a la conclusión, surge la cuestión de quién fue. No lo respondo con nombres y apellidos, pero sí con una teoría, la idea de que hubo un cuarto hombre que no fue detenido y consiguió escapar. No voy más allá.
¿Y habrá una segunda parte de la investigación en la que ir más allá?
En el libro hago alusión de un precedente. En 1963 se ejecutaron a dos anarquistas, Delgado y Granada, por colocar unas bombas. Treinta años después los verdaderos responsables dieron un paso al frente para explicar que se culpó a dos inocentes. Fue una decisión valiente con la que repararon la memoria y la verdad a estas dos víctimas. No sé si viviremos lo mismo algún día con lo que sucedió en Alenza en 1975. No lo descartó. Yo no voy a ir más allá.
Parece que hay un pacto de silencio alrededor de todo lo que sucedió, pese a los 50 años transcurridos.
Al contactar con las personas que vivieron y sobrevivieron a los hechos, no quisieron profundizar en ello. Al principio me sorprendió porque todos los hechos que se juzgaron en 1975 están prescritos y amnistiados. Medio siglo después de los fusilamientos por supuesto que tiene sentido volver sobre los hechos e intentar reconstruirlos. La represión fue enorme ante el que fue el primer atentado mortal del FRAP. Se consideró el detonante para iniciar una ofensiva armada contra el regimen franquista y acabó en catástrofe.
El propio Baena formó parte de ese pacto, no facilitando su defensa, según lo que expone en su libro.
Deduzco que los acusados hablaron entre ellos y pactaron una postura común para defenderse, decidieron negarlo todo, incluso las evidencias más claras. Pero la policía tenía mucha información, por lo que su esta estrategia no sirvió a la defensa. El que más tenía que perder era Xosé Humberto, ya que si había la posibilidad de alguna conmutación de la pena, a él no le iba a beneficiar ya que se llevaba la peor acusación. Por otra parte, el régimen, con Franco y Arias Navarro, pasaron el rodillo a todos los detenidos. Los juicios fueron una farsa porque las condenas ya estaban decididas de antemano.
¿Cree que Xosé Humberto sabía quién era el responsable del atentado que le atribuían?
Hay dos opciones. La primera, que Baena estuviese en Alenza, sin ser el autor material. En ese caso sí sabría quién lo hizo. La otra opción es que no estuviese y es posbile que lo llegase a saber en algún momento. Podría ser que ya en la cárcel, sus compañeros presos lo comentasen en petit comité, aunque esto me parece más improbable. Si no estuvo, dudo que lo supiese, aunque por otra parte, él tenía mucha información, conocía a los grupos armados, hasta le habían encargado que se pusiera al frente de uno.
¿Por qué no habló? ¿Podría haber llegado a un pacto?
Manejaba mucha información de peso que no dio para proteger a sus camaradas o si la dio, no quedó constancia. La policía pudo obviarla porque tenía claro su objetivo que era culpabilizarlo a él. Desde que Pablo Mayoral delata a Xosé Humberto, la policía tiene una visión cerrada y atada de los hechos. No quería bajarse de ahí, la tenía pactada con quien había hablado. Esto es una conjetura mía, no puedo poner la mano en el fuego, pero en cualquier caso, Xosé Humberto no fue y hubo otra persona que apretó el gatillo.
Muestra documentación en la que planteó las posibles repercusiones que generarían los fusilamientos. ¿Pudieron beneficiar al FRAP y a sus aliados hasta el punto de propiciarlos?
Quiero pensar que no y no hay pruebas en ese sentido. Es cierto que había una falta de sensibilidad de la cúpula con respecto a la militancia de base, la que iba a enfrentarse contra un aparato represivo sin ningún tipo de preparación, ni de medios.
¿La base apoyaba el paso a la lucha armada?
Es difícil saber el sentimiento mayoritario de las bases. Hubo no pocos militantes que se mostraron contrarios al inicio de la violencia y al comienzo de este tipo de atentados. Pero es complicado calcular este porcentaje en una organización con una estructura tan vertical y jerarquizada como el FRAP.
Con la repercusión que tuvo el PCE m.l. y el FRAP, ¿le sorprende el poco conocimiento que se tiene hoy sobre su existencia?
Me sorprende negativamente. Se puede estar en desacuerdo con la ideología del FRAP, pero no tiene sentido mingunear el papel que jugó al final del franquismo. Siempre se ha infravalorado a nivel historiográfico cuando analizamos la represión del FRAP. Fue una organización sumamente relevante, muy visible en la calle y muy activa.
Llama la atención el poco futuro que el FRAP le auguraba a ETA, que se mantuvo activa varias décadas más.
El libro refleja la lectura sesgada y fuera de la realidad que hacía la cúpula política del FRAP de la realidad del momento. Subvaloraron a ETA del mismo modo que lo hicieron con sus propias fuerzas al lanzarse a la lucha armada sin medios, ni infraestructura, ni preparación que se planteó a principio de 1975 y se ejecutó ese verano. Se precipitaron.
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