El recuerdo honorable de Adolfo Suárez en Vigo

Episodios vigueses

Tras su renuncia a la presidencia del Gobierno, Adolfo Suárez acudió a una cena muy concurrida en las Siete Torres

Suárez en la Asociación de la Prensa de Vigo.
Suárez en la Asociación de la Prensa de Vigo.

Siento una enorme simpatía por Adolfo Suárez. Tras su renuncia a la presidencia del Gobierno, que fue un ejemplo de coherencia y dignidad, aquel hombre vino a Vigo, entre otras ciudades, a exponer su propio proyecto, el CDS. Se celebró una cena muy concurrida en las Siete Torres, y fue huésped de la Asociación de la Prensa de Vigo, donde nos expuso sus nuevos proyectos. Era una persona sencilla y próxima. En su caso, el mal llamado “rey emérito”, cosa que no existe, se portó miserablemente con la persona a quien debía en gran medida poder ejercer como rey, dado que Suárez no quiso convocar el referéndum que le exigía la oposición antes de elaborar la Constitución, sobre la forma de la jefatura del Estado, “porque se perdía”, como confesaría años después a Victoria Prego y se pusieron las medidas necesarias para evitar el debate que sigue pendiente, sobre tan relevante cuestión.

Las reuniones de Juan Carlos con el jefe del CESID, ahora CNI, general Manglano, y la propia relación del jefe de los servicios secretos con los presidentes, ministros y altos cargos del Estado, sirven para conocer las relaciones del jefe del Estado con los de Gobierno, y lo que el primero decía de los segundos. En la Zarzuela preocupaba la posición de Adolfo Suárez, el presidente del Gobierno elegido para pilotar el proceso de la Transición, que después ganó las elecciones de 1977 y 1979 y que acabó dimitiendo a finales de enero de 1981. Antes del intento de golpe de Estado del 23-F esa relación se quebró. Dice Manglano que el rey opinaba de Suárez que “A medida que ganaba elecciones me hacía menos caso. Hacía de jefe de Estado”. Dice Juan Carlos que Suárez no era nada puntual y llegaba tarde a las reuniones y afirma: “Nada de puntualidad. Llegaba siempre tarde. Un día me llamó por teléfono: Estoy con los diputados vascos, me piden que aplace la audiencia”. Resulta especialmente ingrato teniendo en cuanta que debe a Suárez la propia continuidad de la Corona, privando a los españoles de pronunciarse al respecto, lo que hubiera tenido peligroso resultado.

Uno de esos datos que revelan las confidencias de Manglano correspondes a lo que se ha calificado como “acoso y derribo a Adolfo Suárez” que culminó en su dimisión en enero de 1981, sin que nunca se precisara cuáles fueron las auténticas razones de la misma, sobre todo pensando que siempre se creyó que sus relaciones con Juan Carlos eran excelentes, luego de que le fuera recomendado al rey por su preceptor y autor de la Ley para la Reforma Política, Torcuato Fernández-Miranda. Entre las revelaciones llamativas destaca la repetida alusión de Juan Carlos a la impuntualidad de Suárez y a su pretensión de que lo hicieran duque para dejar la política. Pero eso no ocurrió, pues tras dejar el Gobierno fundó el Centro Democrático y Social en 1982.

Algunas de estas notas revelan que Juan Carlos quería imponer a Suárez alguno de sus puntos de vista, lo que, tras la Constitución de 1978, rebasaban las competencias de un rey constitucional. Eran frecuentes en aquel tiempo choques graves de Suárez con el general Alfonso Armada, cuando era secretario personal del monarca y uno de sus principales asesores. Ya antes habían tenido un enfrentamiento directo cuando Suárez destituyó en septiembre de 1976 al vicepresidente, el general Fernando de Santiago, heredado del Gobierno de Arias Navarro. No extrañó luego que el tal Armada fuera uno de los elementos principales del intento de golpe de Estado. Conviene recordar que en las conversaciones con su amante María García (Bárbara Rey) Juan Carlos critica a su leal Sabino Fernández, que consolaba a la reina y le advertía de su comportamiento de golferas, el ahora rey honorífico, alabó los silencios de Armada, que siempre defendió “su lealtad” en un libro, donde entre otras cosas este personaje, al que Juan Carlos agradece su silencio. Suárez al salir del Congreso se enteró de que quien había negociado la rendición de Tejero había sido el general Armada. Este era considerado por Suárez como un conspirador y un adversario de la democracia y por eso siempre se había negado a colocarle en un puesto militar importante. Pero lo del “pacto del capót” le confundió. Pero había captado el rasero del sujeto que Juan Carlos alaba.

Armada en su libro se disculpa con estas palabras, y recuerda que en enero anterior se entrevistara con el Rey: “Me llena de indignación que piensen que he sido desleal al rey. ¡Des leal yo al rey! Nada más incierto. “En mi última visita el 13 del mes pasado, en la Zarzuela, ya le dije que había descontento en el ejército. No pude hablar del golpe del teniente coronel Tejero porque no sabía nada de él. Conté a su majestad todo cuanto yo sabía. Lo mismo hice con el teniente general Gutiérrez Mellado. Nunca he ocultado nada a mis superiores”. En el epílogo definitivo, el 25 de octubre de 1983, Armada se refiere a una conversación con el rey el 13 de febrero de 1981, que según dice, no fue autorizado a emplear en su defensa, pese a pedirlo por carta manuscrita. Este hecho ha sido repetidamente ignorado o que dio lugar a diversas interpretaciones, incluso atribuyendo a Armada un papel semejante al que el general Tojo asumió en Japón con resto a la propia responsabilidad del emperador Hirohito en las atrocidades japonesas de la II Guerra Mundial.

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