La Policía en 2019 sobre el 'caso Déborah': “Fue un plan con tiempo, reflexión y pausa”

El crimen de Déborah, al descubierto

El atestado policial remitido al juzgado tras la reapertura mostraba la convicción del equipo investigador en la implicación en los hechos del exnovio, cuya causa se ha archivado

AJP

Publicado: 27 oct 2024 - 06:00 Actualizado: 27 oct 2024 - 11:55

Miembros del equipo policial del grupo de homicidios de Madrid que reactivó la investigación en 2019.
Miembros del equipo policial del grupo de homicidios de Madrid que reactivó la investigación en 2019.

El rosario de negligencias y errores detectados en la investigación sobre el caso Déborah a lo largo de más de dos décadas no fue enmendado en la última etapa, en algunos casos porque el daño era ya irreparable y en otros porque las pistas fueron rechazadas o incluso desestimadas judicialmente.

Hubo equipos policiales en 2002 (también de la Guardia Civil), en 2006, 2008, 2010 y 2019 y, pese a las diferencias entre unos atestados y otros en cuanto a las diligencias realizadas, las conclusiones confluyen al señalar al exnovio de Déborah como principal sospechoso.

El último atestado presentado en 2019, con la reapertura de la causa, es incluso más contundente. Expone que “lo único cierto en esta investigación” es que el citado “es la única persona investigada por la desaparición y muerte de Déborah que a día de hoy no ha podido ser descartada” y concluye que el equipo investigador “tiene la convicción de que está implicado tanto en la desaparición como en la muerte de la joven” solicitando entonces que fuera citado como investigado. Algo que no ocurrió hasta tres años después y por orden de la Audiencia provincial. La causa contra él está archivada.

“Hasta ahora, los diferentes equipos han encontrado una doble idoneidad en esta persona: como fuente de información precisa sobre la vida más íntima de la joven por haber sido su última pareja sentimental, y como principal sospechoso, tanto de la desaparición como de la muerte”, indica dicho atestado donde se recoge que estas sospechas se convalidaron cuando el juzgado ordenó en 2002 su cotejo de ADN con el recogido en el cuerpo de la joven, que resultó negativo.

Y, aunque esta prueba debería haber actuado como un elemento de descarga definitivo sobre su implicación en los hechos, “lejos de ello se han seguido y acrecentado las sospechas, debido a su comportamiento, mintiendo o incurriendo en contradicciones”, dice el equipo investigador.

Sostiene que manteniendo esta postura, “inevitablemente hay que entender que, con posterioridad a la muerte de Déborah se introdujo de forma artificial el semen en su vagina, algo que el Imelga entiende viable”. De ser así, insiste, “la ejecución de este plan requiere tiempo, reflexión y pausa, justo lo que tuvo el autor del hecho, manteniendo al menos durante seis días el cadáver de la fallecida oculto y en su poder”.

A diferencia del atestado anterior de 2010, el grupo policial que recogió el testigo entendía que la relación entre la joven y su ex tras la ruptura “pudiera no ser mala” tras haber descubierto en el análisis del ordenador una fotografía íntima enviada por él que demostraría dicho contacto.

El maldito ADN sin identificar

El grupo investigador incluye en su informe, para corroborar que los escenarios criminales ficticios son una posibilidad real, el único caso similar ocurrido en España. Ocurrió en Barcelona en 2008. Angie mató a su amiga. La asfixió colocándole una bolsa de plástico en la cabeza, simulando posteriormente un escenario con connotaciones sexuales: desnudó a la víctima e impregnó sus zonas vaginal, bucal y genital con esperma de dos hombres cuyos servicios había contratado meses antes. El cuerpo estaba igual que el de Déborah, desnudo y sin signos de violencia.

En aquel caso la estafa posterior desenmascaró el teatro, sin embargo, en el caso de la joven viguesa, el ADN sin identificar sigue siendo el principal obstáculo porque al menos si no para la autoría aportaría sin duda el empuje definitivo a un crimen sin resolver.

Una causa que aparece desde el inicio como “homicidio”

A diferencia de las anteriores etapas en las que se investigó esta caso, curiosamente en esta última es cuando un asunto, no cuestionado previamente, ha sido objeto de controversia incluso por parte de la Fiscalía.

La Policía incide en su informe en que los hechos objetivos atendiendo a la autopsia son que Déborah murió entre los seis y nueve días previos al hallazgo de su cadáver, que este permaneció vestido, “por lo que existió la intervención de, al menos, otra persona que lo desnudó”. Además, señala que “su cuerpo fue trasladado por intervención humana al lugar donde se halló” y que, aunque la muerte es indeterminada “no es posible descartar la muerte por sofocación mediante el taponamiento u oclusión de los orificios respiratorios o por inhibición, ni la muerte súbita”.

Tal y como destaca el atestado, hubo personas implicadas en estos hechos, porque murió vestida, y todo ese escenario criminal hasta ahora reducía al mínimo la muerte súbita, más si cabe cuando el informe forense descarta cualquier anomalía cardíaca en una mujer joven como Déborah.

Pero es que en la causa, el juzgado ya desde el 2002, incluso después cuando se supieron los análisis forenses, nombra el procedimiento por “homicidio”. De ser muerte natural resulta complicado entender tanta planificación para ocultar un cuerpo y depositarlo días después en un lugar tan alejado de la casa de la joven y, en principio, sin ninguna vinculación directa con ella. La familia sí aportó en estos cinco años el informe de un perito forense, Aitor Curiel, que desmontaba la tesis de una muerte natural, examinando todas las marcas y algunas lesiones en el cuerpo de Déborah cuando fue encontrado. Coincidía en la muerte por asfixia mediante la oclusión de los orificios respiratorios.

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