METEOROLOGÍA
Una masa de aire frío y nevadas reciben el invierno
El Aula de la UNED en Vigo inicia hoy un curso sobre las construcciones del ciclo del pan en la provincia, en el que estarán muy presentes los hórreos, molinos, eiras y hornos, que darán pie a conocer mejor la sociedad y las costumbres de Galicia a lo largo de la historia. El ponente es el investigador José María Leal Bóveda, licenciado en Geografía e Historia y máster en Gestión del Patrimonio Cultural, que ha escrito varios libros sobre la materia y que además cuenta lo que sabe con gracia, además de dar voz a los alumnos. Es el primer curso de estas características en Vigo, que se impartirá de forma presencial y online todos los lunes hasta el 9 de enero del próximo año, cuando los alumnos participarán en una visita a los molinos de Folón, en O Rosal.
Las clases comenzarán con una explicación sobre la orografía gallega, con sus “mil ríos”, la sucesión de montes y valles, la existencia de las rías y los vientos en la cima de las sierras, que permitieron la proliferación de molinos de río, de mar y de viento. “Somos una tierra privilegiada”, asegura José María Leal. Los molinos permitieron hacer el pan, pero advierte que “no debemos ver el pan como un manjar culinario, sino como la base de la alimentación del género humano. Si no hay pan la gente muere. Las mayores revoluciones desde la época altomedieval hasta la contemporánea se producen por una carestía del grano, sea de maíz o de trigo, por malas cosechas, y el hecho de que se estropeen las cosechas pos abundancia o escasez de agua implica emigración. Como decía el poeta: con pan y vino ando el camino. Si falla el pan, hay problemas".
Los hórreos nacieron con la función de secar el grano. “Galicia no es una tierra de secano, tiene un régimen de pluviosidad abundante. No puede haber agricultura de secano, salvo en zonas puntuales de interior o de valle. La llegada del maíz de las Américas va a suponer una expansión y aclimatación de este cereal precisamente por el régimen de precipitaciones”. Explica que almacenar el cereal para proceder a su secado requería un granero y así nacieron los hórreos, con sus patas para poder buscar los vientos y encima con una estructura de madera que no era herméticamente cerrada para que entrase el aire. Las construcciones más antiguas son castrexas, hechas con varas de árboles entretejidas como si fueran un cesto, y se conserva alguno restaurado en Caldas o en Guitiriz. En la época romana, la necesidad de almacenar más grano, dio paso a hórreos más largos. En contra de lo que se cree, el más largo no es el de Carnota sino el de Araño en el Barbanza. En los años 60 y 70 fue cuando se introdujo el cemento, el ladrillo y hasta la uralita en estas construcciones. Actualmente, están protegidos y hay ayudas para su rehabilitación, aunque muchos sucumbieron a la piqueta. La fragmentación de la propiedad en Galicia hizo que cada persona tuviese un hórreo en casa, aunque también existían eiras, un “lugar do común” con losas de piedra donde se concentraban los hórreos de varios vecinos. Explica Leal que funcionaba “la ayuda mutua”, un día iba todo el mundo a hacer la malleira a casa de un vecino y al día siguiente a otra casa. “La sociedad rural y también la litoral se caracterizaron por un complejo sistema de ayuda mutua, sin el cual era imposible sobrevivir. Surge alrededor de un producto fundamental como es el pan, porque es la base de la alimentación de la que vamos a vivir todos. Fue vertebrando social y económicamente esos núcleos. Aún existe a día de hoy para hacer la vendimia”.
Al margen de esto, apunta que son las mujeres las que se ocupan de hacer el pan en la casa cada diez o quince días, y también de almacenar el grano porque “había que administrar milimétricamente las cosechas”. Si faltaba se ocupaba la hija o como mucho el abuelo porque “requería un cierto grado de especialización y delicadeza”. Los molinos llegaron a ser el centro de las relaciones sociales de la época, con charla, bailes (la muiñeira que daba vueltas como la rueda del molino) e incluso amores prohibidos. Así nacieron canciones, adivinanzas, dichos, leyendas y otras expresiones de literatura oral. En el molino también se daban muestras de esa solidaridad ancestral, porque cuando se hacía el pan la primera rebanada era siempre para el primero que pasaba por allí.
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