El miedo a no encontrar un hogar

La especulación inmobiliaria en la ciudad deja víctimas como Carlos, cuya economía es insuficiente para conseguir alquilar una vivienda ante los desorbitados precios y las abusivas condiciones que se imponen para vivir

Publicado: 09 feb 2023 - 00:35 Actualizado: 09 feb 2023 - 09:59

Carlos, ayer en una cafetería del extrarradio de la ciudad.
Carlos, ayer en una cafetería del extrarradio de la ciudad.

Los precios desorbitados para el alquiler de una vivienda dejan en la ciudad historias como la de Carlos (nombre ficticio para preservar su identidad), ayudado por el Concello y asociaciones de la ciudad para poder vivir. Su actual situación económica, cobrando la prestación del Ingreso Mínimo Vital y, sin posibilidad de trabajar debido a una enfermedad, hace que desde 2014 esté en continua pelea contra una incertibumbre, donde vivir el día a día es más necesario que pensar en el futuro.

Natural de Uruguay, lleva en Galicia desde hace 20 años. Vive en un hostal con la colaboración del Ayuntamiento, que le paga la mayor parte de su estancia, pero antes sufrió la avaricia de algunos propietarios: “Estaba en una pensión donde me llovía, y el dueño no hizo nada”. Tras entrar en una crisis, decidió pedir ayuda al Ayuntamiento, quien “me paga una gran parte del hostal, pero se vence en marzo”. Con nervios por el qué pasará, asegura que “necesito que me mantengan esa ayuda, sino saldré a buscarme la vida como sea, aunque está complicado por la cantidad de exigencias que piden para un hogar”. Carlos no tiene miedo a quedarse en la calle, donde ya pasó varios días durmiendo en cajeros, hasta que entró en un albergue para personas sin hogar. “Mientras no tuve ayuda económica estuve en albergues, porque ya había vivido momentos malos por la avaricia de algunos propietarios, que me intentaron estafar o subarrendar con cantidades imposibles” señala, aunque él siempre lo tuvo clara su prioridad: “Lo primero es el techo, luego ya me buscaré la comida donde sea”.

Carlos sufre un tumor en un ojo, que le impide trabajar y sin posibilidad de operación porque “tiene demasiado riesgo”. Hace cinco meses, se enteró de que padece esclerosis múltiple, lo cuál le obliga a acudir a un tratamiento tres veces por semana. “No le tengo miedo a la enfermedad, ni a nada. Mis amigos y los médicos me tranquilizan, aunque me fastidia no poder trabajar nunca más”. Ejerció de peón de albañil en reformas y en un taller de ropa clandestino, única manera de cobrar (en negro) tras estar de forma ilegal en Galicia durante tres años. Una vez conseguidos los papeles, trabajó en hostelería hasta su despido por cambio de dueños: “Me timaron con los contratos, y me quedé sin nada, Me entristece que se aprovechen de la buena voluntad de la gente”, declara con tristeza, al igual que asumir que la vida “me ha hecho duro. Yo no soy así, pero tuve tantos desencuentros que ya me falta interés. Ayudé a mucha gente y no recibí nada”.

Ahora, el mes de febrero lo pasará en un hostal, a la espera de buenas noticias. En la mente de Carlos busca “irme a Uruguay. Ya estuve a punto de marcharme el año pasado. Tengo una amiga que me ayuda con el billete, y sólo tengo que ver cómo conseguir algo de ayuda económica y cómo tratar la enfermedad”. Se fue de latinoamérica tras una riña familiar, donde su hermana y su cuñado arruinaron a la familia: “Me vine por no cometer una locura. Cobré un dinero del fallecimiento de mi padre y conocía a un amigo que tenía familia en Vigo”.

Carlos, aun así, confía en que su suerte cambie. Una vida en la cual “tantas veces perdí, que llegará el momento en el que el de arriba ponga las cosas en su lugar”. Luchando contra la falta de dinero, “siempre procuré ser bueno, no tener más de lo que necesito”.

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