Manuel Carreira: “En un país tan devastado no bastaba sólo con ser profesor, tuvimos que hacer de todo”

"Yo colaboro con Manos Unidas desde hace años porque siempre ha sido un medio de apoyo para nuestra acción misionera", asegura el misionero de Manos Unidas; estuvo 34 años en Guinea

Manuel Carreira.
Manuel Carreira.

Después de 34 años de misionero en Guinea Ecuatorial, al religioso Manuel Carreira –perteneciente a la Congregación de La Salle, en Santiago de Compostela– todavía le quedan fuerzas para seguir entregándose a los demás. Es por esta razón que durante esta semana se encuentra en Vigo, trabajando en escuelas y parroquias con Manos Unidas en su 66ª campaña contra el hambre.

¿Cuál es el motivo de su visita a la ciudad?

Yo colaboro con Manos Unidas desde hace años porque siempre ha sido un medio de apoyo para nuestra acción misionera. Ahora que ya me he retirado de la vida activa y que tengo más disponibilidad de tiempo, me encanta intentar devolver algo de lo mucho que yo he recibido. Mi propósito es colaborar en la campaña de Manos Unidas contra el hambre que en España se realiza el día 9. Me puse a disposición de Manos Unidas y lo que se me pide es que participe en algunos colegios para sensibilizar a los alumnos y también en algunas parroquias. 

Usted trabajó de misionero en Guinea Ecuatorial.

Estuve 34 años allí y también me tuve que mover un poco por el África subsahariana. Mi trabajo fundamental ha sido siempre la educación. Pero en un país como Guinea, que en el año 83 cuando llegué era un país desestructurado totalmente, había que hacer de todo. El país había sufrido las consecuencias de 11 años del gobierno del primer presidente que tuvieron, que fue un desastre porque era un hombre francamente desequilibrado. Decapitó a todo aquel que tenía más estudios que él, que sólo tenía lo equivalente a 2º de Bachillerato. No había maestros, no había sanitarios… Nos tocó hacer de todo, no solamente ser profesores en la escuela de magisterio o en el instituto porque había necesidades básicas fundamentales en todos los ámbitos de la vida.

¿Cómo decidió que quería dedicarse a ello?

Cuando sientes que Dios te llama y pide colaboración tuya, si das 10 te pide como 100. En aquel momento veía muy claro que mi trabajo en España de más de 20 años se quedaba cojo, no llegaba al sector de la sociedad que más lo necesitaba. Entonces, cuando el Gobierno de Guinea pidió a España la colaboración de religiosos me ofrecí. Al principio no me lo permitieron porque mi papel aquí, decían, era importante. Pero a los tres años de terminar la responsabilidad que tenía entre manos en Santiago me lo permitieron. Llegué a un país donde no había agua potable, luz, teléfono, ni elementos básicos, ni pan, ni un sitio donde comprar algo congelado. Era gratificante porque todos éramos pobres y compartíamos lo poco que teníamos con todos. Es una experiencia que le da sentido a la vida. 

De todo lo que podría contar de esos 35 años, ¿hay alguna historia que recuerde con especial cariño?

Yo era profesor en la escuela de magisterio, en el instituto de enseñanza media que tenían el sistema antiguo español. Un día llegó un alumno diciendo que le dolía mucho la boca y resulta que tenía una infección de muelas, Luego otro y otro y otro. Todos estos reclamos diarios me llevaron a actuar. Unos amigos odontólogos que tenía me dieron un curso acelerado, me enviaron herramientas para ello y como hacían los dentistas de antes, estuve intentando remediar el dolor de los alumnos. Luego se extendió y un compañero pasaba la entrevista de las enfermedades más corrientes. Además de dar clase con horario intensivo, haciendo de doctores, tapando agujeros. Cuando la necesidad llama a tu puerta, intentas en la medida que puedes echar una mano. 

¿Y algún recuerdo no tan positivo que quiera compartir?

La incultura lleva a tergiversar muchas situaciones y vivencias. Con otra hermana misionera fundamos una escuela de catequistas que vivían internos un año y se iban a los poblados a ser animadores. Un año, la conferencia de obispos del África Central nos envió una encuesta para rellenar, de la que muchas preguntas eran capciosas o facilmente mal interpretables y así lo hice saber a los alumnos. Entonces, me vinieron a buscar. Me tuvieron dos días en un juicio sumarísimo intentando inculparme de querer sembrar la guerra entre tribus. Yo viví la experiencia del evangelio, que te enseña que no debemos preocuparnos de lo que tenemos que decir, solo ante las autoridades que imponen un sagrado silencio. Dos días de juicio, tres horas cada día, y lo viví en mi paz de saber que tenía la verdad conmigo. Sé que de no vivirlo así, hubiera sido para ponerte la piel de gallina.

Contenido patrocinado

stats