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Una masa de aire frío y nevadas reciben el invierno
El legado de Policarpo Sanz también lo es de Irene Ceballos desde 2024. Ese fue el primer paso en el reconocimiento que el Museo de Castrelos y el Concello le hicieron al albacea que custodió e incrementó la herencia que el indiano vigués dejó a su ciudad. Una parte la conforma la colección municipal de pintura europea que se encuentran entre los fondos del pazo, por lo que dentro de la programación por el centenario de su donación del pazo, se inauguró ayer una exposición que recupera la historia de Irene Ceballos, viuda durante 46 años.
Decían que era una cubana blanca y ambiciosa, pero en realidad fue una española, hija de emigrantes españoles que nació en La Habana, pero creció en Nueva York, y que gozaba de su propia fortuna. Beatriz Liz de Cea investigó durante años su figura y a través de las piezas que se conservan en Castrelos comisarió una exposición que permanecerá en la pinacoteca de Francisco Fernández del Riego hasta el 19 de octubre.
“En la primera historia de Vigo que se nombra a Irene Ceballos es en ‘Tierras de Fragoso’ de José Espinosa, en 1946, lo que se cuenta se basaba en parte en la información oral, lo que hemos hecho es cotejar estos datos con la documentación, dar por válido lo que se confirmó y descartar lo que se comprobó falso”, explicó la comisaria.
Pinturas, muebles, motivos decorativos o el piano conforman una exposición llena de guiños en su puesta en escena como el espejo que sitúa la imagen de Ceballos junto a la de Policarpo Sanz que abre la primera sala con García Barbón, otro indiano benefactor de la ciudad con el que coincidió en La Habana. “Los dos fundan la Sociedad de Beneficencia de Naturales de Galicia”.
Recrean el interior de uno de los apartamentos del número 36 de la avenida Friedland de París, donde vivió el matrimonio. Allí colgaban cuadros como “Juego de la gallina ciega”, de Ernst Dietrich (siglo XVIII), actualmente propiedad municipal.
Durante la investigación, Liz de Cea descubrió que Policarpo Sanz no fue el primer marido de Ceballos. Estuvo unos meses casada con Charles Beste, un británico amigo de su padre, 20 años mayor, que falleció en 1972 en un accidente en una visita a Inglaterra a los 44 años. “A partir de 1875 y durante dos años viajó con frecuencia desde Nueva York, donde residía a La Habana para casarse finalmente con Policarpo en 1877; en su pasaporte especifica que es la misma persona antes de Beste, ahora de Sanz”.
Otro dato que desvela la exposición es la implicación personal de Ceballos con la pianista viguesa precoz, Norita Pereira, que triunfó en el Tamberlick. “Irene envió un telegrama a Vigo, pidiendo que se desplazase a Madrid, allí se hospedó en su casa, le dio clase Pilar de la Mora, la mejor profesora de la capital, y la presentó ante la reina María Cristina, quien después la becó para continuar sus estudios”.
Contribuyó a dotar y mejorar las instalaciones del hospital municipal de Vigo, otra de las preocupaciones de su marido. “Aunque vivía entre París, Madrid y Nueva York, ella nunca perdió la conexión con esta ciudad”. La muestra incluye retratos que Miguel Melero hizo de sus padres, Juan Manuel Ceballos Rubayo, de Santander, y Juana Sánchez Herrera, de Málaga, emigrantes en Cuba, donde se conocieron y se casaron; una miniatura de su hermano Juan Manuel y un ambrotipo, realizado por Barratt en Nuevo York de una niña, que podría ser de su hermana María.
Cuando falleció Irene Ceballos, en 1935, llegó a Vigo la colección de arte que su marido le había dejado como usufructuaria y que a su muerte, si aún quedaba algo, pasaría a la ciudad. Venía acompañada de otras piezas adquiridas por ella como la terracota de Verdier de 1892 que se expone por primera vez o la pintura “Pobre muchacha” de Carl Fröschl, una pieza muy valorada en su momento de la que se hicieron reproducciones. En este último grupo se encuentra un paisaje de Benigno Pereira Borrajo, la única obra que conserva Castrelos de este artista vigués.
Los cuadros del legado que permanecían en Nueva York no fueron enviados hasta 1941, aunque las últimas incorporaciones fueron los retratos del matrimonio de Edouard Bertier que no se encontraban en el listado inicial. “Fue la sobrina de Ceballos la que se dirigió a Vigo para ofrecerlos tras la muerte de su tía”.
“¡Menos mal que le dimos el nombre al instituto!”, afirmó el alcalde durante su intervención ayer en la inauguración de la exposición y añadió que “una calle tendría que tener el nombre de Irene Ceballos, igual que su marido da nombre a una”. Para Abel Caballero lamentó que haya más gente durante las bodas que se ofician en la pinacoteca y que en las exposiciones.
“Vamos a montar una revolución para atraer más visitas, llevar el arte a la calle para divulgar lo que se hace aquí dentro”, apuntó.
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