Inmigrantes venezolanos buscan oportunidades en Vigo tras huir de su país
Venezolanos en Vigo
Los inmigrantes venezolanos son los más numerosos en Vigo, que cuenta con más de 7.000 personas procedentes de este país sudamericano que huyen del régimen de Maduro en busca de nuevas oportunidades
La ciudad de Vigo cuenta con más de 7.000 personas procedentes de Venezuela, de acuerdo con el más reciente recuento del Instituto Nacional de Estadística (INE), aunque la mayoría de ellos ya posee la doble nacionalidad y no se contabilizan como ciudadanos extranjeros y a efectos estadísticos en Vigo hay unos 2.600 venezolanos emigrados. Son, de largo, el grupo más numeroso de vigueses internacionales y, motivados por la actual situación política en el país, con unas elecciones cuyo resultado oficial todavía se desconoce, disturbios en las calles con un gran número de detenidos y el candidato opositor exiliado en España, se prevé que este número se siga incrementando en los próximos meses.
Y, para echar una mano a todos los venezolanos que buscan refugio en Vigo, así como a los emigrantes retornados, la Federación de Venezolanos en Galicia (Fevega) tiene en la ciudad una de sus sedes, por la que cada día pasan decenas de personas que llegaron desde este país a la ciudad en busca de orientación y ayuda con diferentes trámites.
Cada uno de ellos tiene una historia diferente, pero detrás de todas ellas están las diferentes dificultades derivadas de la inestabilidad que sufre el país. Es el caso, por ejemplo, de Necker Rojas. Este profesor de Literatura española y Latín llegó a Vigo en 2018, cuando los múltiples problemas de salud por los que estaban pasando él y su mujer se estaban volviendo insostenibles: “La mayoría de los médicos y de los especialistas que necesitábamos se habían ido del país, por eso decidimos venir”. Primero recalaron en Celanova, localidad de origen de su esposa, y luego se mudaron a Vigo “para ayudar a mi hija con la nieta”. Necker comenta que el hecho de tener a sus hijos en España “ayudó mucho con los trámites de emigración”. Eso sí, como perteneció a un sindicato opositor en Caracas asegura que “siempre encuentran un modo de impedirme que pueda homologar mis títulos para poder ejercer aquí”, por lo que todavía no ha podido retomar su carrera laboral.
Desde Caracas también llegó Camilo Cendón a Vigo en 2009. Nacido aquí y emigrado a Venezuela en 1979, decidió volver cuando la inseguridad comenzaba a ser insoportable en las calles de la capital: “Estando casado con mi segunda mujer y ella embarazada, sufrí dos atracos y un secuestro exprés. Fue ella quien me empujó a venirnos aquí, para que los hijos que estaban por venir pudieran crecer en un ambiente más sano”. En un principio trabajó por cuenta propia durante varios años: “Tuve que cerrar porque no me fue bien, no terminé de adaptarme al sistema español”. Se fue a Madrid –donde residen sus hijos– y volvió recientemente por cuestiones familiares. “Apenas me queda familia cercana en Venezuela, pero es un momento muy complicado para ellos porque ya no es sólo lo económico, sino también lo social y lo político”, explica Camilo, quien relata que “el Gobierno no contaba con una estructura como la que montó María Corina para demostrar que se habían ganado las elecciones”.
Américo Zurbarán y Manuela Vidal, marido y mujer, emigraron a Vigo desde el estado venezolano de Mérida hace ya dos años huyendo de “una vigilancia y persecución constante”, ya que durante varios años Américo fue jefe de gabinete del gobierno del propio estado de Mérida –dentro de un partido opositor– y fue uno de los más de 400 investigados por el caso de Danilo Anderson; por lo que ya había tenido que huir del país durante un tiempo hace ya 20 años. Además, también querían venir a conocer a sus nietos, a los que apenas podían ver cada año. Nada más llegar, a él le detectaron un problema en la cadera del que aún se está recuperando: “Si me lo hubieran tratado en Venezuela la operación habría sido muy cara, tuve mucha suerte y es algo que agradezco infinitamente”. Manuela, por su parte, es médica y desde su llegada no ha podido regularizar su situación a nivel laboral todavía: “Quiero ejercer aquí, que además hay mucha demanda de profesionales, pero necesito arreglar mis pepeles”. Ella, más que nunca, tiene esperanza “de que se dé el cambio para poder echar a esta gente que lo único que ha hecho es daño”.
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