Refugiados en Vigo de la persecución en Honduras
vigo
Una familia hondureña pidió asilo tras sufrir golpes, amenazas y robos tras el Golpe de Estado
Los hondureños Trinidad y Vanesa, con su hijo Lucas de 4 años, lograron rehacer su vida en Vigo tras soportar un calvario en su país. Ellos están entre las primeras familias de refugiados que acogió la Cruz Roja en Vigo.
La organización gestiona dos pisos en la ciudad desde mediados de 2016 y hace unos días abrió un centro para acogida de refugiados con 20 plazas en su sede de Teófilo Llorente. En el caso de esta familia su integración fue un éxito porque, tras pasar un periodo en el que recibieron ayuda y cursos de formación, él fue contratado por la empresa Marsan, en la que está muy contento y le permite mantener a su familia. "No queríamos ser una carga", asegura esta pareja que sufrió persecución en su país por parte de personas armadas y vestidas de militares que les amenazaban, les golpearon y les robaron en su propia casa. "Honduras se volvió un país muy peligroso". Su vida cambió a raíz del Golpe de Estado de 2009 que expulsó del país al entonces presidente, Manuel Zelaya. El padre de Trinidad era primo de Zelaya y a él le habían encomendado la distribución del semanario del Gobierno que se llamaba "El Poder Ciudadano". Una semana después del Golpe de Estado, la Policía fue a su casa, donde tenían la oficina, para llevarse todos los vehículos de la distribución del periódico y también los ordenadores que eran de su propiedad. Trinidad dijo que eran suyos y se lo llevaron detenido, después de propinarle varios golpes a él y a su hermana. Denunciaron los hechos y dos meses después personas vestidas de militares y encapuchadas entraron violentamente en su casa, rompiendo las puertas, y sacaron a la familia a golpes y con insultos en los que mencionaban a Zelaya. Su mujer estaba embarazada de pocos meses y perdió al hijo que esperaban a raíz de aquel ataque, mientras que él en un momento se desmayó y apareció al día siguiente en un hospital. Supo después que le habían golpeado (tenía el cuerpo lleno de moratones y la mandíbula dislocada) y que lo habían dejado en una cañada, donde lo encontraron unas personas. "Entramos en pánico y decidimos irnos de casa". Vanesa se fue al pueblo de su padre y él a Estados Unidos, pero cuando llevaba cuatro días supo que habían entrado de nuevo en su casa y que habían matado a los perros. Tuvo miedo por su familia ("se dieron cuenta de que no me habían matado") y regresó. La pareja también tiene una hija, entonces de 14 años, que a día de hoy vive en Canadá con su abuela y se prepara para estudiar en la Universidad. La familia intentó rehacer su vida en Canadá pero no consiguieron permiso para todos (la hija mayor sí) y la pareja, con Lucas, de 4 meses, decidió viajar a España donde vivía la hermana de Vanesa que los acogió en su casa. "Al llegar no anunció que se casaba y que iba a vivir a Suiza, pero que pagaba nuestros gastos. No queríamos eso pero tampoco teníamos papeles y no nos daban trabajo. Entonces una persona nos dijo que fuésemos a Acnur y de ahí nos mandaron a la Policía para solicitar asilo. Nos mandaron a Vigo", explica. Llegaron en agosto de 2016 y entraron en un piso compartido para refugiados de Cruz Roja, donde convivieron con una pareja (ella de Israel y él de Palestina) con la que surgió una gran amistad. Agradecen la ayuda que les prestó esta organización y la formación recibida. "Estamos bien aquí". Lamentan la situación de Honduras, donde hay muchas carencias, aumentó la delincuencia en los últimos años ("a veces por drogas, a veces por hambre"), hay muertes diarias y no hay libertad de prensa para contarlo.
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