Guadalupe, la mujer que marcó la poesía de Carlos Oroza

“La mujer de Carlos Oroza no era una Domecq, como reiteradamente se apunta y comenta, jugando al escondite, adornando capítulos flotando a la deriva, y que alimenta el despiste. Su esposa fue Guadalupe Pérez Gómez y con ella contrajo matrimonio en Madrid el 12 de diciembre de 1958”. Este es uno de los episodios que Antonio Chaves tratará en el libro que prepara sobre el que fue su amigo, el poeta Carlos Oroza.

Tal y como explica su biógrafo, la poesía fue su refugio tras la ruptura matrimonial, dos años después. “A la larga será su salvación y haciendo valor su condición de expositor (su actividad profesional), se especializa en el trueque, intercambiando sus versos por cuadros y bocetos de tantos artistas y amigos pintores”.

Toda esta actividad se recoge en la muestra “En el norte hay un mar…”, que comisaría Chaves comisaría con Carlos Vilas Bugallo en el Museo do Mar. Proponen un acercamiento íntimo al rapsoda y al círculo del que fue el representante español de la generación Beat. Está enterrado en Pereiró, ya que vivió sus últimos años en Vigo, donde acudió a conocerlo Marina, su única hija y también poeta, cuando ésta tenía 26 años. “Aquella niña creció y maduró, manteniendo con su padre biológico una relación imaginaria, pues su madre nunca le habló de él”.

Chaves sostiene que el fracaso sentimental, “que sin duda fue traumático, dejó una profunda huella en el poeta”, quedando reflejado en los poemarios “Eléncar” o “Cabalum” y en los versos de “Atelaida” y “El Intelectual”. “Fue una relación muy apasionada, muy accidental; él recodaba que se acercó a su esposa para pedirle fuego y que apenas transcurrida media hora, ya habían acordado celebrar el matrimonio”, desvela.