Poeta, rapsoda y representante español de la generación Beat, Carlos Oroza falleció hace justamente ocho años. Coincidiendo con la efeméride, Antonio Chaves y Carlos Vilas Bugallo, amigos y colaboradores del artista, promovieron la exposición “En el norte hay un mar…”, que se inauguró en el Museo do Mar. “Oroza no era ningún iletrado, ni se moría de hambre; llegó a Madrid con 20 años para ejercer la profesión de expositor”. Chaves lo conoció a través de Manuel Lueiro Rey, el primero que le hizo una entrevista y le dedicó un poema. El contacto con Vilas Bugallo surgió como compañero de vinos. “Coincidimos en El Eligio y ya habíamos hablado de trabajar juntos cuando se quedó en la calle; entonces vino a vivir a mi casa y durante 15 años compartimos talleres y proyectos”. La muestra incluye escenografías de Bugallo para recitales de Oroza, incluido el último que dio precisamente en el Museo do Mar en 2011.
Alrededor de 500 objetos de más de 100 propietarios, la mayoría con una relación personal con el homenajeado, repasan la vida y la obra del poeta. Fotografías familiares y con amigos (como la del Café Gijón con Lala y Laxeiro), documentos como la partida de nacimiento en Viveiro o la de defunción en Vigo, así como el expediente militar, donde incluye el accidente de camión que sufrió con Ernesto Rubiales y que le inspiraría unos versos. También hay carteles de exposiciones en los que comparte sala con Chillida, Saura o Patiño; de películas en las que participó como “Por qué te engaña tu marido” (1969), de Guillermo Summers o portadas de revistas en las que colaboró.
Propone numerosas lecturas y acercamientos a Oroza, comenzando por el escritor con varias ediciones de todas sus publicaciones, desde la primera, en 1952, “Cabral”, sobre el poeta dominicano, uno de sus favoritos; la realizada con Lamazares “Un sentimiento ingrávido recorre el ambiente” (2007), “Naín” con dibujos de Seoane o el primer borrador de su libro más especial “Caballum”, de 1970. Pero también al Oroza pintor, con obra en papel y en lienzo, al tiempo que muestra su relación con artistas de la talla de Lodeiro, Maruja Mallo, Darío Basso o Mónica Taboada. Su relación con el cine o con la música también está recogida en colaboraciones como las de Paco Ibáñez.
Especialmente emotivo es la zona dedicada a su implicación con la comunidad de la Fundición, con retratos realizados por Xosé Guillermo y por Ramón Trigo, un boceto para una escultura firmada por Jandro o su participación en “Glu glu”, la publicación de la asociación. Las dos salas acogerán todo un universo durante tres meses, donde no faltan la mesa, la silla y los servicios en los que comió durante años en la vinoteca O Cunca, de Rosalía de Castro para ofrecer una imagen global y humana del artista.