Una familia viguesa reconstruye un colegio tras la dana
Mila Villanueva y sus hijos, residentes en Valencia, colaboraron en la limpieza de un centro educativo en Picanya: “Esto es la guerra”
Casi 50 días después, municipios valencianos se encuentran todavía bajo el lodo y el barro. Ahí aparecen los voluntarios, personas que, de manera desinteresada, ayudan a la transformación de las localidades más afectadas tras la dana. La viguesa Mila Villanueva, afincada en Valencia, y sus hijos (medio vigueses, como asegura) Sara y Gustau Pérez, son de esos voluntarios que participaron en el ‘cambio de piel’ de Valencia, obligado por las fuertes riadas del pasado 29 de octubre.
En este caso, ayudaron a limpiar el colegio infantil de La Gavina, en Picanya, una de las zonas más afectadas por las lluvias torrenciales y uno de los centros más destrozados por el barro. En ese colegio estudia la hija de Sara y nieta de Mila. “Era un desastre, todo muy embarrado, no se podía acceder y el agua estaba contaminada", apuntó Villanueva. Las condiciones poco higiénicas obligó a la dirección a trasladar a los niños a otro centro de educación primaria, ya que el sótano del colegio se inundó por completo, el pabellón deportivo perdió todo su material de madera y las aulas situadas en los pisos inferiores, como las de tecnología, música o plástica quedaron inutilizadas: “Es terrible, pero no solo por el centro sino por los niños. La mayoría viven en esa zona de Picanya, han perdido la casa y se encuentran en unas condiciones psicológicas muy duras”.
Tras 40 días y “solo la ayuda de los voluntarios, como mi hija”, Villanueva echó la vista atrás y comparó el desastre natural con otro que tocó a Galicia muy de cerca. “Esa gran marea que se movilizó cuando peor estábamos me recordó al Prestige. Casi hubo momentos que teníamos que decir que no viniesen más voluntarios”, apuntó Mila. Una imagen bélica, “muy parecida a la guerra", que lamenta que con el paso del tiempo la situación caiga en el olvido para la gente de Valencia y también en toda España: “En el puente vinieron bastantes voluntarios para ayudar en las labores de limpieza, pero ahora ya hay muchos menos que antes, incluso el ejército llega a cuentagotas”. Las previsiones de reconstrucción en el municipio de Valencia no son muy optimistas y las labores podrían durante “años, hay gente que todavía no tienen luz a día de hoy y zonas que es imposible de acceder por los coches apilados”.
Sin embargo, en la tragedia también hay espacio para los bonitos detalles, la camaradería o el humor. Una forma de esconder el desasosiego que se respira en los municipios más afectados y que, incluso, estos días aumentó la crispación al realizarse en Valencia el encendido navideño, cuando hay muchas familias que no cuentan con luz en sus hogares. Desde el Centro Galego de Valencia, organización a la que pertenecen tanto Mila como Sara, han creado una felicitación navideña donde desean felices fiestas con “cañas, barro y esperanza”.
Si bien Mila Villanueva no vivió un episodio trágico el pasado 29 de octubre, sí lo fue para Sara Pérez. Profesora en un centro educativo de secundaria, aprovechó para recoger antes de tiempo a su hija en el colegio de La Gavina y resguardarse en su hogar en Rocafort, un municipio al norte de Valencia, una zona más tranquila. “Tuve la intuición de que se iba a complicar y fui a por mi hija; si fuese a las 17 horas, la hora prevista que tenían para salir de clase, posiblemente no lo hubiésemos contado”, apuntó Sara Pérez.
El Centro Galego de Valencia sufrió también la virulencia de la dana, pero en menor medida. Ubicado en Masanasa, uno de los municipios golpeados por las riadas, el lugar consiguió sobrevivir gracias a una barrera arquitectónica, que solo permitió entrar entre 50-60 centímetros de agua. “Fue una suerte, tan solo tuvimos algún daño material pero se utilizó como almacén”, dijo Manuel Fortes, su presidente.
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