Encuentros con Dios en la noche de luces viguesa

La Pastoral Juvenil de la diócesis de Tui-Vigo organizó la actividad “evangelizadores callejeros” en las zonas de fiesta viguesas

Andrés y Laura, de la Pastoral Juvenil de la Diócesis de Tui-Vigo, el sábado por la noche en su misión evangelizadora.
Andrés y Laura, de la Pastoral Juvenil de la Diócesis de Tui-Vigo, el sábado por la noche en su misión evangelizadora.

La noche puede dar para muchas cosas. Y para todos los públicos. Desde un agradable paseo en familia por el mercadillo navideño hasta buscar algo que se ha perdido en el fondo de un vaso. Para una veintena de integrantes de la Pastoral Juvenil de la Diócesis de Tui-Vigo, ayer fue una noche evangelizadora. De encuentro, camaradería y de salir a la calle para difundir la palabra de Dios por las zonas de fiesta como La Alameda, Arenal o Churruca. Una actividad denominada “Una luz en la noche”, que contó con la Concatedral como sede principal, abierta hasta las 1:30 horas para promulgar la fe.

Divididos en tres grupos, cada uno mantenía una labor. Los primeros a cargo de la música y del rezo en la Concatedral; los segundos, recibimiento en la puerta para orientar a los visitantes y ahuyentar a los curiosos con unas copas de más. Los terceros, designado cada uno a una zona de marcha, tenían la difícil tarea de parar a grupos por la calle e invitarles a acudir al rezo en esta atípica salida nocturna que comenzó a las 23:30 horas.

Difundir la palabra de Dios

Laura y Andrés conformaron una pareja. Ambos de 17 años, de los más jóvenes en la Pastoral, tenían la complicada tarea de salir a la calle. Ella, dicharachera y extrovertida; él, más retraído, pero igualmente cercano. “La gente piensa que somos seres extraños, pero somos gente muy normal”, señaló Laura. Durante el paseo hasta la Alameda, van conversando sobre actividades de la JMJ (Jornada Mundial de la Juventud, que se celebra cada año en una ciudad) y del Papa Francisco. “Lo he tenido a un metro, ha sido una pasada”, mencionó Andrés, con la ilusión de haber visto su peculiar estrella del rock. Lo que más le gusta de pertenecer al colectivo son las actividades, el buen rollo y “el nexo de unión que puedo tener con alguien de Costa de Marfil o de Ecuador, tenemos siempre a Dios como punto en común”. 

Llegó la hora de intentar hablar con la gente y no ser ignorados en su cometido. Jóvenes y, a poder ser parejas, es el ‘target’ elegido. La primera tentativa, fracaso. “Cuando uno de los dos dice que no de forma muy tajante, la otra se contagia”, señala Laura. Segunda tentativa, nuevo fracaso. “Nos han llamado Testigos de Jehová porque pensaron que les queríamos vender algo”, incide la joven. La indecisión y la vergüenza se apoderan de ellos que, aun así, prueban un par de tentativas más, sin éxito. “Es muy difícil, pero notamos que la gente es muy respetuosa y, aunque no sean creyentes, te escuchan con atención”, apuntó Andrés. Ni un incidente desagradable en toda la noche. Buena señal. Tras varios intentos frustrados más y coincidir con uno perteneciente al Opus Dei de Bilbao, volvieron a la Concatedral después de una hora y media callejeando. Obviaron la zona de la Praza da Estrela, por razones evidentes: “Allí está todo el mundo haciendo botellón, no nos van a hacer ni caso”.

Fin de fiesta

De vuelta a la Concatedral a las 1:30 horas les espera Suso, mentor de esta actividad y párroco en el municipio de Tomiño. La realidad allí es diferente a la calle. “Ha sido impresionante, no ha parado de venir gente y, a veces, se han formado largas colas para rezar”, apunta Suso. El proceso era sencillo: en la entrada, los visitantes escribían un pequeño texto con pensamientos para ofrecérselos al altar. Mientras, los jóvenes evangelizadores, que ninguno superaba la treintena de edad, conversaban con los que se acercaban para conocer su fe. Algunos de ellos, como una pareja, médicos a los 25 años, casados y con un hijo. “Son muy valientes por enfrentarse a tantos retos siendo tan jóvenes, ella se quedó embarazada mientras estudiaba el MIR”, señala Suso. Una vez finalizado el acceso para creyentes y curiosos, las puertas se cerraron para tener un momento de reflexión y oración. En ella dieron gracias a Dios por la noche que habían vivido, cantaron canciones y compartieron un chocolate con churros. Una forma diferente de pasar un sábado noche.

Contenido patrocinado

stats