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“En ocasiones, la gente se va al monte a recolectar setas con una simple guía y así es peligroso; hay que recogerlas sabiendo cuáles son, reconociendo sus características; para comer, mejor las setas que se compran; al monte se puede ir a disfrutar como los que van visualizar aves”. Así, Paula Estévez, de Micogalicia Plantae, explicó a los asistentes de los viernes micológicos de la Fundación Sales la importancia y los secretos de los que denominó “los grandes olvidados de los bosques”.
Las últimas lluvias hacen esperar una buena temporada de setas, que tendrán su momento álgido entre finales de outubre y principio de noviembre. “El año pasado fue desastroso, llovió tarde e hizo mucho frío”. En condiciones normales, en Galicia se dan cientos de especies de setas. “En el catálogo del Cuvi, con una representación variada de monte con pinos, bosques mixtos y prados, tenemos registrados más de 300 especies”, indica Estévez, quien señala los boletus, los níscalos, las trompetas o las zarrotas como las más buscadas.
Además de la vía espontánea, las setas también pueden cultivarse, una propuesta en la que Micogalicia Plantae está trabajando con las comunidades de montes. De forma natural, hay setas (saprofitos) que surgen sobre materia orgánica muerta como las zarrotas, y otras que están relacionadas con el tipo de bosque, como los níscalos siempre aparecen en pinares.
Para los que consideren cualificados para distinguir las setas, Paula Estévez recordó que hay una legislación de 2014 que regula su recolección: Tiene que ser durante el día y en montes o espacios habilitados (en propiedades privadas tienen que tener el permiso del propietario); no deben ser ejemplares viejos, pueden estar dañados, ni muy jóvenes porque la identificación es difícil y no sueltan esporas. Hay que arrancarlas, no cortarlas para asegurar su reproducción y mantener todas sus características y finalmente, hay que portarlas en cestos y no en bolsas, para que no se machaquen y suelten las esporas por el monte.
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