“Ahora quiero vivir, disfrutar de lo que no pude hacer antes”

Fabiola Blanco es una mujer trans que completó su transición a los 55 años tras una serie de operaciones con las que “volví a nacer”; hoy vive “libre” y da consejos a familias o profesores

Fabiola Blanco, ante el monumento a los Héroes de la Reconquista de Vigo, símbolo de la lucha por la libertad.
Fabiola Blanco, ante el monumento a los Héroes de la Reconquista de Vigo, símbolo de la lucha por la libertad. | Vicente Alonso

Es difícil no soltar una lágrima al escuchar la historia de Fabiola, natural de Tomiño, de su propia boca. Nació llamándose Ramón, como su padre, aunque sus seres queridos le llamaban con cariño Moncho. “Desde muy pequeña sabía que algo no cuadraba en mí, pero no podía decirlo”.

Fue una infancia difícil, en la que tan solo un profesor de francés tuvo especial atención a su situación. Se aferró a una hepatitis que le diagnosticaron con trece años durante meses para no salir de casa, aunque finalmente lo peor llegó en la adolescencia. “Llorar y callar era mi único refugio”, recuerda ahora afligida. De aquella época aún se acuerda de como le llamaban “maricón” al pasear por el pueblo, o la ocasión en la que varios chicos lo cogieron a la fuerza durante una excursión para tirarlo en la habitación de las niñas. No fue hasta los 21 años que se atrevió a decirle a su madre que se sentía mujer.

Fabiola vivió toda una vida como Ramón. Durante décadas socializó como una persona homosexual, pero “sabía que ese no era mi sitio”. El fallecimiento de su padre le afectó mucho, ya que nunca había conocido la muerte de cerca. Pidió una baja en su plaza de directora de la oficina de Correos de O Rosal. Fue al llegar a la mutua cuando todo comenzó a cambiar. Cuando la doctora comenzó a ahondar, Fabiola, entonces Ramón, abrió su corazón y le contó todo lo que durante años se había guardado. “En ese momento entendí que, o me moría, o empezaba a vivir como una mujer”.

Desde el año 2022 y hasta hoy se puso en manos de los mejores especialistas. Se sometió primero a una operación de feminización de la voz, para a continuación hacer lo mismo con el rostro y el cabello. Le siguieron la vaginoplastia (procedimiento quirúrgico de reconstrucción genital para la feminización de personas transgénero, creando genitales femeninos a partir de genitales externos masculinos) y finalmente los implantes mamarios. Y deja algo claro, estas operaciones no llegaron después de la muerte de su padre porque temiera desilusionarlo o apenarlo, “como dicen los rumores en el pueblo”, sino porque fue el momento en el que se encontró preparada.

Hoy, es feliz. “Ahora quiero vivir, disfrutar de lo que no pude hacer antes”. Está anotada a un programa televisivo de citas, porque ante todo desea encontrar el amor. “Mi madre no quiere morirse sin que aparezca alguien que me quiera tanto como yo a ella”.

Pero, aún con la operación, la búsqueda de pareja también le ha traído sufrimiento. “En una ocasión quedé con un chico, que me decía que era guapísima, que era divina, y cuando le conté como era le cambió el rostro”, recuerda apenada. También, a raíz de las operaciones, ha perdido alguna amistad, lo que le ha dolido más que el desafecto de un desconocido.

Una lucha judicial contra el Sergas por el derecho al cambio de sexo

Gracias a su puesto de directora en la oficina de Correos de O Rosal y por los negocios que emprendió en el Baixo Miño, Fabiola pudo financiar los 200.000 euros que le han costado las diferentes operaciones. Ahora está inmersa en un proceso judicial contra el Sergas para reclamar esa cantidad, un caso que refleja no solo su experiencia personal sino las dificultades legales y sociales que muchas personas trans enfrentan en España. Y es que aproximadamente el 48 % de las personas trans en España vive en riesgo de pobreza, y la temporalidad laboral en este colectivo es más del doble que en la población general, lo que incrementa la precariedad económica. Por ello, Fabiola defiende que estas actuaciones deben estar sujetas a la Sanidad Pública, tal y como se le iba a realizar en el Hospital Álvaro Cunqueiro, en la que sería una operación pionera, hasta que el Sergas denegó la intervención.

Además de atender sus empresas, Fabiola también da charlas en colegios o aconseja a familias que se lo piden. Enfatiza la importancia de la seguridad personal y la educación abierta: “Lo más importante para un joven que quiere ser mujer o hombre es estar seguro de lo que quiere”. También la importancia de la educación en la familia: los niños y jóvenes absorben los mensajes que reciben en casa. La educación en respeto, apertura y aceptación puede marcar la diferencia, ayudando a prevenir discriminación, acoso y violencia que afectan desproporcionadamente a la población trans.

Puede parecer curioso, pero también se muestra crítica con la conocida como Ley Trans. “Eso de que una persona pueda cambiar de sexo en el registro, y haya gente que lo esté usando para tener una prueba más fácil en una oposición a policía o bombero, nos perjudica como colectivo”, lamenta Fabiola, que pide que haya facilidades pero también un proceso riguroso que evite fraudes de ley.

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