El Gremio de Mareantes más antiguo pervive en Pontevedra

En el año 1.320 se fundó la entidad gremial del mar decana de España en As Corbaceiras, que llegó a tener más marineros en sus filas que habitantes la ciudad, y construyó su propia basílica

José Luis Arellano junto al estandarte actual del Gremio de Mareantes.
José Luis Arellano junto al estandarte actual del Gremio de Mareantes.

El Gremio de Mareantes de Pontevedra atesora 800 años de historia ininterrumpida, lo que lo convierte en el más antiguo de España y casi de Europa, “hay otro gremio del mar en Holanda, que nos supera por unos años”, afirma su presidente, José Luis Arellano.

Su origen se remonta a 1.320, cuando el convento de los dominicos, situado frente a la ría, sufría inundaciones. Entonces, los monjes pidieron ayuda a los marineros pontevedreses y así nació el germen del actual gremio. Poco a poco, la entidad creció al mismo ritmo que lo hizo la ciudad, hasta llegar a tener 2.000 integrantes. “En el siglo XVI teníamos más miembros en el gremio que toda la población de Pontevedra y Coruña”, explica José Luis Arellano. "El poder que tenía la ciudad no se debía solo a la pesca, que también, era por todo el transporte de mercancías que entraba por la ría: aceite, vino, madera...", afirma Arellano. La Boa Vila era entonces una ciudad amurallada, cuna de astilleros, de pescado y salazón, en el barrio de A Moureira.

Al igual que la mayoría de los gremios medievales, los mareantes de Pontevedra estaban vinculados a la Iglesia, pero funcionaban de manera independiente y muchos eran ateos, además de que acogieron a judíos cuando los Reyes Católicos decretaron su Edicto de Expulsión.

“Para ser marinero valía cualquiera, pero para ser mareante no, porque para eso había que saber mover los aparejos, manejar las velas y conocer bien la navegación. Al gremio le daba igual quien viniese, pero las normas eran muy estrictas y eran bienvenidos siempre y cuando las cumpliesen”, explica José Luis Arellano.

Uno de los hitos del Gremio de Mareantes de Pontevedra fue la financiación íntegra de la Real Basílica de Santa María, un hecho que la propia iglesia ocultó en parte. “La hicimos nosotros y contratamos a los herreros, canteiros y les pagamos. Todo lo que ganaba el marinero de entonces se lo entregaba a Santa María”. Y así, durante un siglo, los marineros crearon a la homóloga de la Catedral del Mar, hoy símbolo del esplendor que un día tuvo la capital provincial.

Algunos de los objetos que tiene guardados el gremio en la sede de As Corbaceiras.
Algunos de los objetos que tiene guardados el gremio en la sede de As Corbaceiras.

"Somos unos 400 socios con agua salada en las venas"

El Gremio de Mareantes pontevedrés cuenta en la actualidad con unos 400 socios que, aunque no todos ahora son marineros, sí son hijos, nietos o están vinculados con el mar. “Todos tenemos agua salada en las venas”, afirma José Luis Arellano, quien reconoce que no es fácil la supervivencia económica de la asociación, pero sigue manteniendo una actividad de ayuda a los pequeños marineros, de información, asesoramiento y todo lo que precisen.

Dentro del gremio, aunque funcionando de manera independiente, se encuentra la Cofradía do Corpo Santo, refundada en 1.924 que participa en las procesiones de Semana Santa. La entidad, aún mantiene en la actualidad, la procesión del Viático y el Corpus Christi con la elaboración de alfombras florales.

Un museo marinero

Los miembros del gremio tienen su sede en As Corbaceiras, en cuyo bajo se encuentran cerca de un centenar de piezas relacionadas con el mar, desde antiguas redes de pesca hasta una sirena de un barco de hace más de un siglo, relojes de arena, brújulas, astrolabios y radiobalizas. Los artilugios sorprenden por su buen estado y funcionamiento. "La idea era crear una especie de museo del mar con estas cosas, pero no tenemos local ahora mismo", explica Arellano haciendo alusión a un pequeño proyecto ilusionante que el gremio planteó antes de la pandemia.

En el piso superior hay otra reliquia: la réplica del mapa cartográfico de Juan de la Cosa, del año 1.500, colgado frente a la ría en la que alguna corriente histórica sitúa el origen de Cristóbal Colón. Pero esa es otra historia.

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