Julia Navarro
Dime de lo que presumes y te diré de lo que careces
Aunque estoy convencido de que lo más juicioso es abandonar durante unos días las reflexiones políticas para que la situación tome aire y no se acochine en las tablas como los toros mansos en la hora suprema, no me puedo encaminar hacia el Mundial de Fútbol sin estar plenamente convencido de que un partido tan serio y experimentado como el PSOE mantiene intactas sus constantes institucionales y no se ha tirado al monte, si bien a estas alturas de la operación bikini a la que parecen dispuestos a someterle algunos de sus directivos más temperamentales no lo tengo por desgracia tan seguro. Muchos de los que integran las huestes del relevo han confundido un necesario protocolo de rejuvenecimiento y recuperación con un insensato giro a la conquista del voto alternativo cuyas consecuencias habrán de pensarse con suma prudencia los que les toque organizar el partido de hoy en adelante.
La determinación de esa ruta no es en absoluto materia banal ni ha de ser asumida como la consecuencia de una pugna política porque los antecedentes socialistas en esto de votar a sus responsables producen una cierta inquietud y todo el mundo sabe que en esas veladas de lucha libre en las que se convierten sus citas electorales, el que gana es el que menos estorba y luego viene lo que viene. De ese modo salió Zapatero y hay que ver la que ha liado. Como él mismo es consciente a estas alturas de lo que dejó en prenda y sabe que su partido no puede permitirse el resbalón de elegir otro Zapatero para la próxima, se ha transustanciado en apóstol de la cordura y le ha retirado el crédito a Madina en favor de Susana Díaz. Ahí anda el ex presidente tratando de convencer a sus compañeros de que el país necesita un líder socialista que no contribuya a desestabilizarlo y que las intenciones que le asoman al joven parlamentario vasco no son buenas ni para conservar el equilibrio constitucional, ni para afrontar con sensatez y rigor el porvenir más próximo, ni siquiera para rescatar al propio PSOE del estado crítico en el que se ha ido sumiendo gracias por ejemplo a él mismo. Zapatero argumenta en estos momentos y en un inusual arrebato de lucidez lo mismo que sentenció el gran Groucho Marx: "No me gustaría pertenecer a un club que tuviera entre sus socios a un sujeto como yo". Se sustituye club por partido y socio por dirigente y ya está.
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