Opinión

¿Sueña el Gobierno con coches eléctricos?

Esta mañana mi máquina de afeitar eléctrica se quedó sin batería cuando solo llevaba rasurada media cara. No hubo problema. Lejos de irme a trabajar como el villano Dos Caras -enemigo íntimo medio atractivo de Batman- acudí a la maquinilla manual clásica que apuró, como si de un vehículo de combustión se tratara, el resto de barba que quedaba en mi rostro. 
Dejé la maquinilla eléctrica enchufada en su base ergonómica, para tenerla lista para la próxima ocasión y me dio por pensar en la decisión del Gobierno de acabar con los coches con motor de explosión en 2040. Me entró ansiedad. No tanto por la rotundidad de la medida en sí, sino por si acaso para entonces me encuentre ya criando malvas, y no pueda reírme si finalmente todavía andamos a vueltas con el petróleo y quienes tengan un coche eléctrico hayan de cargarlo a pilas o con la energía que genere la familia dándole caña a la elíptica durante toda la semana. Para luego, encima, poder dar un par de vueltas a la manzana –tres pasajeros y la gran batería de ion-litio- con el modelo económico de cuarenta mil euros, que está muy lejos de la autonomía del Tesla de ciento cincuenta mil. 
Aunque estamos muy lejos de dicha realidad, pues en 2017 solo el 0,2% del total de vehículos en el mundo eran eléctricos, la postura política del Ejecutivo de Sánchez está fijada y anunciada por el Presidente, elegante con su traje azul eléctrico. En 2018 en España se han vendido cerca de diez mil coches de este tipo, menos del uno por ciento de matriculaciones, pero es de esperar que paulatinamente las cifras de venta de nuevos autos eléctricos se disparen, de la mano del laudo de su excelencia y de la demonización, ataque y derribo de los motores de explosión. En los concesionarios, a los clientes que acuden a informarse cada día, se les regalan rifas de coches diesel, como si fueran jamones en una tómbola. 
No me malinterpreten, yo estoy muy a favor de las energías limpias –¿lo es la eléctrica?-, y de no castigar al medio ambiente con las emisiones de efecto invernadero. Pero no se está siendo realista ni informando a la ciudadanía de las consecuencias de un parque automovilístico exclusivamente eléctrico y de cómo afectará ello a su realidad diaria. En un país con solo doscientos puntos de carga pública rápida, de momento, difícilmente podremos recorrer España como en su día lo hizo Pedro Sánchez en su Peugeot 407 diésel, súper contaminante pero incombustible.
A medio plazo, ¿bajarán los precios de los nuevos coches enchufables?, ¿o nos prestará Cofidis cien mil euros para uno que nos lleve hasta Madrid con garantías de autonomía? Probablemente el coche ya nunca vuelva a ser una realidad al alcance –más o menos- de todos, ni habrá cuatro coches en una unidad familiar. ¿Hasta cuándo llegarán  los recursos para construir baterías eléctricas, para cuya fabricación se precisa, además, el doble de energía que para los coches térmicos? ¿Dónde los recargaremos?, ¿habrá suficiente energía eléctrica para todos?
¿Le pasará a las baterías como a las de los móviles, que cada vez aguantan menos? Antes te podías despeñar en el medio de la nada, en pleno monte nevado, y con tu viejo Nokia podías llamar a emergencias y a toda tu familia, para ir despidiéndote, por si acaso, y finalmente te geolocalizaban gracias a la batería inagotable de tu móvil. Ahora con tu Smartphone, en una situación similar, estás condenado. Del 78% de batería, a pasar al 30% en diez minutos, no hay más que un paso y es el fin en tu flamante vehículo eléctrico.  Cuando ponga a cargar el monovolumen eléctrico en mi garaje comunitario, ¿saltarán los plomos? Si hoy ya me pasa cuando mi mujer está secándose el pelo y pongo el microondas para calentar la leche… ¿Habrá que fijar turnos de recarga?
Demasiadas incógnitas e incertidumbre en un mundo que quiere evolucionar muy por delante de la realidad para la que está preparado. Recordémosle a los poderes públicos que la Administración electrónica también se ha tenido que posponer, siendo más simple que la transición eléctrica. El Gobierno sueña con coches eléctricos, y tal vez incluso con ovejas como las de Blade Runner. Pero el resto, como casi siempre, tenemos pesadillas. 
 

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