Opinión

Hai que ir morrendo

En Galicia nos hemos tomado al pie de la letra el dicho, de manera que ya mueren 89 gallegos al día por 49 nacimientos nuevos. Si el resultado del análisis del primer semestre de 2019 se confirma al resto del año, nos encontraríamos con 17.000 fallecimientos más que nacimientos en la Comunidad Autónoma. En España la cosa tampoco está para tirar cohetes, puesto que el número de nacimientos se ha reducido más de un 6% en el conjunto del Estado, un saldo vegetativo negativo de 45.404 habitantes. 
Y como la esperanza de vida media en España es de 83,24 años, los cuartos más arrugados del mundo, este es país para viejos y para muchos que se harán mayores sin llegar a conseguir un trabajo y un sueldo que le alcance para formar una familia propia, sin un sistema público que apueste de verdad por la dinamización demográfica y la conciliación real, o una vivienda digna cuyo acceso en propiedad o alquiler estrangula la idea remota de afrontar la maternidad y paternidad.
Nos volvemos locos con salvar el planeta cuando no parece que podamos salvarnos a nosotros mismos. Se pone el foco en la política dirigida y ocupada casi exclusivamente en alcanzar y conservar el poder a cualquier precio, que agota los recursos que deben dirigirse a las necesidades fundamentales de los ciudadanos. Se pelea por naciones, nacionalidades y patrias que se quedarán envejecidas sin remisión para los viejos y viejas que se morirán de pena o de asco en un país que mira hacia otro lado porque no tiene intención ni solución. 
La vejez está muy mal inventada. Y la vida anda muy jodida para pensar en tener niños. Por eso hay cada vez más perros que aguantan sin mear a que sus dueños lleguen tarde a casa para bajarlos antes de cenar y meterse en la cama agotados para levantarse de nuevo a la mañana siguiente y volver a un trabajo que la mayoría de las veces será poco estimulante, por no decir una mierda que no está a la altura de la formación ni de la vida del trabajador. Por eso los gallegos, a pesar del “malo será”, al final vamos morrendo y dejando las aldeas vacías. Como siempre, sin aspavientos. 

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