Fernando Ramos
La manipulación política de la denuncia contra Suárez
Acaba de publicar la escritora de éxito viguesa María Oruña su prometida novela con la ciudad de protagonista indiscutible de la historia, “Albatros Negro”, dividida entre el presente y el inicio del siglo XVIII, con la batalla de Rande como hilo argumental. Bien elegido: uno de los cuatro hitos de la historia local. El primero, las Cantigas de Martín Codax en el medievo, que rescatan a Vigo de siglos de oscuridad. El segundo, Rande, una derrota que fue victoria para el rey Felipe V y coloco a la villa en los mapas internacionales como protagonista de una guerra europea que dejó consecuencias visibles todavía hoy (la Dinastía Borbón, Gibraltar, la hegemonía británica desde el final del XVIII hasta la mitad del XX). El tercero, la Reconquista, por cuanto supuso la primera derrota del ejército de Napoleón y para Vigo pasar de villa a ciudad Leal y Valerosa, un título que fue motor para su despegue en el XIX. Y finalmente, la llegada de Citroën, luego PSA y hoy Stellantis, que dio músculo industrial y propició el crecimiento espectacular desde los años cincuenta en adelante, el que colocó a Vigo como primera ciudad de Galicia desde hace casi 60 años y la 14 de España.
Oruña eligió el episodio de Rande por su trascendencia local, nacional e internacional y lo hace con un doble relato entre el Vigo actual y el de aquella pequeña villa amurallada con menos de 2.000 vecinos. Era un Vigo todavía renqueante tras rozar su desaparición durante el siglo XV, cuando una peste acabó con la mayoría de sus habitantes, lo que obligó al rey a promover la llegada de nuevos pobladores, que dieron nombre a una calle que aún existe. María Oruña habla en pasado y presente de todo lo que es Vigo, desde las Cíes a la Ría y un exhaustivo recorrido por lo que es y lo que fue. En 1702, cuando la Batalla de Rande, la villa estaba protegida por dos castillos y un baluarte y encerrada en murallas, que caerían en tiempos de la reina Isabel II, a finales del siglo XIX, a petición popular. Los vigueses de entonces se quejaban de que muros y puertas constreñían el crecimiento e impedían extender las calles y expandir la ciudad. De aquella red defensiva queda el castillo del Castro y la mitad de la fortaleza de San Sebastián, derruida en parte para construir el consistorio. No siempre se acierta.
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