Vigo-Liverpool Stellantis

Apenas unos días antes de que todo estallara en marzo de 2020, una compañía marítima anunciaba la creación de una línea de ferri directa entre Vigo y el Reino Unido para coches, camiones y también pasajeros, en concreto a un puerto del sur de Inglaterra, con una ramificación incluso hacia Irlanda. Muy interesante, por cuanto podría competir con Santander y Bilbao, pero como tantos otros proyectos anunciados como inminentes, agua. Justo ahora, tres años más tarde, se confirma el inicio a partir de septiembre de la autopista del mar entre Vigo y un puerto en el río Mersey, en las proximidades de Liverpool, esta vez solo para camiones y piezas de automoción. Buena noticia para Stellantis, que ya necesitaba una después de acumular frustraciones con el Perte (del primero quedó fuera, el segundo está por iniciarse) y la Muy Alta Tensión, de la que también de forma incomprensible fue vetada la factoría de Balaídos, la primera de España por producción. También se anunció que habría un arreglo del Gobierno, pero no acaba de llegar y el tiempo pasa.

Los grandes grupos empresariales internacionales, y Stellantis es uno de ellos, mantienen sus propios ritmos y calendarios que no siempre coinciden con los intereses de los gobiernos. Las últimas noticias han abierto la incertidumbre al confirmarse inversiones millonarias para potenciar con nuevos modelos y proyectos ambiciosos plantas en varios países de Europa y África, donde el horizonte parece despejado. El futuro está sin escribir y no depende de lo que marque el universo, como dicen los más bobos, sino de las decisiones que se tomen hoy. Bien podría ser que Stellantis apueste todo a Vigo y se convierta en un centro de tecnología punta en coches autónomos y eléctricos -y de ahí la autopista del mar con Liverpool, que va de eso precisamente- o que comience a reducir su presencia en Balaídos. Solo pensarlo da miedo. Parafraseando a Charles Wilson, lo que es bueno para Stellantis es bueno para Vigo. Y para Galicia.