Vacaciones
Solo hay una cosa más pesada que contar tus vacaciones, aguantar que tus amigos y compañeros de trabajo te cuenten las suyas. Y si el trance va acompañado de sesión fotográfica con la muestra de amaneceres y puestas de sol y de los platos degustados se puede dejar o quedar al borde del suicidio por aburrimiento. Si unas vacaciones comienzan desde que se preparan no se acaban hasta encontrar a alguien a quien contárselas. Se supone que las vacaciones son un momento de disfrute, de dejar los problemas a un lado, pero resulta que muchos de los anecdotarios que se refieren son la nómina de desastres vividos y padecidos en hoteles, playas y restaurantes que no cumplían las expectativas, los transportes perdidos o a punto de hacerlo y las consiguientes esperas en los aeropuertos o estaciones. Por no hablar cuando las referencias entran en el terreno de lo familiar y se relatan situaciones que dejan el convencimiento de que a algunas parejas solo les quedan uno o dos periodos vacacionales más para acabar en divorcio. A no ser que se trate de seres inteligentes que reconozcan que lo mejor de las vacaciones es no salir de casa para exponerse a todo tipo de riesgos que no van a matar, pero van a dejar herida el alma. El drama es que ya hay gente esperando a que llegue el próximo verano para repetir el calvario. Y contarlo.
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