Fernando Ramos
La manipulación política de la denuncia contra Suárez
El partido político más veterano del espectro parlamentario, el Partido Socialista Obrero Español –fue fundado hace casi siglo y medio por el tipógrafo ferrolano Pablo Iglesias tras una reunión en la madrileña taberna “Casa Labra” próxima a la Puerta del Sol que todavía existe y donde aún se ofrecen sus famosos soldaditos de pavía a base de bacalao y pimiento morrón- lleva mucho tiempo necesitando un verdadero congreso nacional que no solo sirva para fijar claramente el ideario de la formación en este incipiente siglo nuevo, sino que contribuya a reubicar pensamiento y deber como paso previo a la reconciliación y rearme de las conciencias de sus líderes, y aclare sin falsas coartadas la ruta a seguir que en estos momentos está por completo en la almoneda.
Los viejos que algún lejano día fuimos jóvenes y nos sentimos conquistados por una fuerza renovada y pujante que aspiraba a recuperar la libertad secuestrada y la sepultada conciencia social, asistimos hoy a un escenario tan caótico que cuesta advertir entre las entretelas de un partido descontrolado y sin destino, las prendas que caracterizaron aquella irrupción deslumbrante y generosa que conquistó una sociedad recién despertada de la pesadilla del franquismo sin pensar en otra cosa que en sumar e integrar. Sin siquiera preguntar por pedigrís. Solo bastaba voluntad y deseo de recuperar la dignidad perdida para sumarse al proyecto.
Hoy, este PSOE que gobierna sin objetivos y que se ha entregado en manos de una irritante banda de desnaturalizados de diseño, necesita angustiosamente reacondicionar su pensamiento porque su seno está tan atomizado y en el malviven tantas tendencias y tantos desencuentros que no existe modo de congraciarlos incluso ostentando poder y acallando rebeliones a base del socorrido cortafuegos de la prebenda. Son ya demasiados años de erosión, descontrol, huida y silencio, impuestos a base de expulsiones. Ese imprescindible rescate de unas señas de identidad perdidas no puede aplazarse. Lo necesita un partido que presume de su condición federal desde su trabajosa fundación, y que hoy nada tiene de federal ni siquiera la articulación política que aspira a imponer al país que gobierna. El PSOE le debe un alto en el camino reflexivo y sin imposturas a su propia historia. Y cuando más se tarde en hacerlo, peor será.
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