El tsunami final

Publicado: 14 ago 2025 - 01:00

Como el aire que mueve las ramas, así suena el oleaje del mar en la Galicia orgullosa. Entre el misterio y el asombro, revolotean las copas del monte con sincronía de afecto, igual que se muestra rítmica y paciente el agua salada de la costa gallega. Es un mito lo del agua fría, igual que lo de que en Galicia siempre llueve. Pasa como en todos los lugares del mundo, que nunca llueve a gusto de todos, pero llover llueve en el Madrid de los Borbones y los Austrias, en la Valencia de la Dana o la Andalucía postEres. A los gallegos les gusta que Feijóo ande por Galicia de vacaciones, porque eso demuestra, como diría un bloquista, que tiene patria. Incluso les pega que Abascal se pierda en el pijerío gaditano de Sotogrande, Sánchez se oculte del rechazo en La Mareta y el Rey y su tribu sucesoria surquen los mares de las regatas en la Mallorca de las élites.

Andan las vacaciones distraídas de sobresaltos, y hasta se echaba de menos el caos ferroviario de Puente, y los zurriagazos de la novia de González Amador, que con ese apellido compuesto entre lo común y sus dotes amatorias, ahora se comprende su resistencia de pareja a prueba de bombas fiscales. Pasa lo mismo con Pedro y Begoña, que entre ola y ola o cátedra y cátedra se toman un respiro de días para renovar los votos matrimoniales con ese tonillo de enamoradizo Don Juan que se gasta Pedro Valentino cuando se dedica a cultivar su vena epistolar.

Los que no andarán de vacaciones serán los de la UCO y los jueces, preparando informes y autos como si no hubiera un mañana, que precisamente es lo que le preocupa al sanchismo, llegar a mañana porque ayer fue un escándalo y hoy prueba superada de doble rasero. Las vacaciones de Ábalos, por mucho que adelgace, serán siempre mejores que las de Cerdán, ya que en la celda de Soto del Real ni soplan las ramas ni mecen las olas acompasando la decadente pira ecológica del sanchismo, rebosante de cambio climático pero autoritaria al impedir el cambio político necesario que pide el pueblo. Va muriendo poco a poco agosto en el frente de la agónica espera de Sánchez, que disfruta, sabe Dios, de sus últimas vacaciones en Lanzarote, o de las primeras de la nueva era bolivariana de España. Y camino del 15 festivo, los españoles tratan de gastar lo que puedan para darle la razón a Pedro en su discutible bulo de que el país y la economía van como un tiro, aunque para tiros los que dispensaban los antecesores de sus socios de Bildu, que apuntaban a la nuca igual que ahora apuntan a la cabeza de la España unida, sumisa y perpleja. Y como el aire que mueve las ramas, así suena el oleaje del mar en la Galicia orgullosa. En otros puntos de España, se acompasa ese oleaje en la vereda de la arena con un tic tac, tic tac que amenaza con el tsunami final.

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