Los tiempos están cambiando

Publicado: 17 oct 2025 - 03:46

No estamos en 2018. No estamos en 2011. No estamos en el 2000. Ni muchos menos en 1996. Esto es 2025 y puede parecer una obviedad, pero hay gente en la calle Génova que sigue empeñada en que estamos en cualquier otro momento de la historia. A veces me recuerdan a la amalgama de bailes que se ven en las bodas, que mientras los jóvenes trazan los pasos que se llevan hoy, siempre se ve a un montón de invitados contorneándose con canciones de ahora a la manera de los 60, de los 70 o de los 80. Lo malo es que, mientras lo de la boda resulta divertido y le da color al asunto, el despiste horario del PP supone a menudo un paso atrás en la carrera por desalojar de una vez a Sánchez de la Moncloa.

No es la primera vez que le ocurre. Cuando emergió Ciudadanos, la estrategia de los ideólogos de Génova pasó por ningunearlos, primero, después acusarlos de no tener experiencia de gobierno ni a escala municipal, y cuando esto tampoco les funcionó porque –oh sorpresa- siguieron creciendo, cambiaron los desprecios por atenciones, cariños y consejos paternalistas al partido de Rivera, convencidos de que sus votantes pertenecían al partido del charrán. No era una pose. Era un convencimiento. Lo hablé en aquellos días con numerosos líderes, con gran influencia en la estrategia del PP, y me hablaban de Ciudadanos como un secuestrador de votantes que debía devolverles los niños robados a mamá, y dejar de jugar a la política, que es algo de mayores. Por supuesto, ellos eran mamá.

Nunca entendí semejante empecinamiento, si bien venía siempre impulsado por personas que habían pasado “toda su vida” en el PP. Es decir, gente que ingresó en las juventudes populares del primer Aznar, que nunca salió al mundo exterior en busca de una nómina, y que parecía convencida de que el PP es algo que creó Dios en el origen de los tiempos, inmutable, indestructible, e interminable como proveedor de empleo y sueldo. Es decir, gente que no sabe que hubo un día una Alianza Popular, o que Adolfo Suárez no era el PP.

Sin juzgar hoy los errores del partido de Rivera, la estrategia contra Ciudadanos fue un fracaso. Recordemos que faltó el canto de un duro para que llegaran a La Moncloa por aclamación, como reflejaban las encuestas, antes de que el líder del partido le prendiera fuego y desapareciera con Malú. Historia política de España.

Casi diez años después de la actitud soberbia con Ciudadanos que pudo haber destruido el partido, el PP ha pasado ya por todas las fases en su difícil relación con Vox; y tampoco entraré hoy a juzgar errores del partido de Abascal. Ciudadanos nació para cubrir huecos que dejaron vacíos tanto el PP como el PSOE, mientras que Vox nació para cubrir el espacio que el PP abandonó a la derecha, en su interminable viaje al centro. Y, si alguien puede pensar que Vox birló sus primeros votantes al PP, solo un idiota consideraría que ahora, diez años después, Abascal sigue reteniendo en su feudo a votantes del PP secuestrados contra su voluntad.

Solo si eso fuera cierto se entendería el tono paternalista que una vez más adoptan muchos líderes del PP al dirigirse a Vox, condescendientes, dándoles consejos sobre lo que deberían hacer o no. Pero no es cierto. El partido de Abascal logró primero dos millones de votos y medio y poco después, también en 2019, ascendió a tres millones y medio en su mejor resultado, con 52 escaños. Hace un par de semanas, la encuesta de intención de voto de Antena 3 le concedía a Vox 74 escaños, mientras que la mayoría de sondeos reflejan un transvase de votos al partido de Abascal procedentes de los lugares ideológicos más insospechados. Vox es ya muchísimo más que un movimiento de protesta contra el centrismo del PP en materia lingüística y de género, muchísimo más que un grupo marginal destinado al voto minoritario.

No seré yo quien diga al PP cuál es entonces la estrategia inteligente hacia Vox –eso vale mucho dinero-, pero lo que es seguro es que, en política, analizar las cosas con ojos de 1996 no puede salir bien en 2025. El bipartidismo es pasado, el PSOE de González ya no existe, todo el nacionalismo es cómplice del desastre actual, y Sánchez ha forzado a la nación a vivir en permanente estado de excepción.

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