Fernando Ramos
La manipulación política de la denuncia contra Suárez
No es un dirigente cualquiera, ni siquiera es –o era, tras su dimisión este jueves- un secretario de organización más. Santos Cerdán era un hombre fuerte del PSOE, como lo fue Ábalos cuando ocupó el cargo.
Santos Cerdán no iba para político, aunque su familia tenía gran tradición socialista. A finales de los 90 se afilió en el PSOE y fue concejal de Milagros, Navarra, donde nació, vivió y sigue teniendo su casa. Se movía bien entre sus vecinos, y como la mayoría de ellos tenía en la agricultura su medio de vida. Estudió una formación profesional técnica por su buena mano para los tractores y automóviles, con buenos dotes para la mecánica… y fue a través de la mecánica como llegó hasta Ábalos, después a Pedro Sánchez y con el tiempo se convirtió en número tres del PSOE.
Su relación con Ábalos le cambió la vida. Hasta que se conocieron, Santos Cerdán centraba toda su actividad política en Navarra, donde fue diputado foral. En el 2014, Pedro Sánchez fue elegido secretario general del partido, impulsado por un José Blanco que era el hombre que encabezaba todas las operaciones exitosas del partido.
Tas una peripecia que provocó su expulsión de la secretaría general del partido, en el 2017 Pedro Sánchez decidió presentarse a las primarias y recuperar el mando del PSOE. Fue la oportunidad que puso a Santos Cerdán en la línea de salida para formar parte del equipo de poder del nuevo partido. El PSOE sanchista, el más polémico, cuestionado y polémico de la historia, por la pérdida de sus esencias.
Para ganar aquellas primarias del 2017, Pedro Sánchez emprendió un recorrido por toda España en su viejo Peugeot en compañía de José Luis Ábalos y Santos Cerdán, recogiendo avales y pidiendo el voto. Necesitaban un conductor, y Cerdán -hombre de plena confianza de Ábalos, con el que trabajaba codo a codo- . recomendó a Koldo García, al que conocía de los tiempos en que Koldo había ejercido como guardia de seguridad en un club navarro. Aquellos cuatro hombres no solo lograron que Sánchez ganara esas primarias con maniobras destapadas ahora por el informe de la UCO, sino que un año más tarde Sánchez consiguió convertirse en presidente de Gobierno al presentar una moción de censura contra Mariano Rajoy al que acusó de corrupción.
La historia es conocida: Ábalos se convirtió en un poderosísimo hombre en el partido, más incluso que el propio Sánchez, obligado a dedicar gran parte de su tiempo a las labores del Gobierno. Un presidente que, obligado a formar una coalición con los partidos de extrema izquierda por no ganar las elecciones generales y contar con una minoría de escaños que a cualquier candidato habría asustado, procedió a una transformación profunda que rompió el partido.
El PSOE perdió crédito y votos, y Sánchez se convirtió en el presidente con mayor rechazo social de la democracia. Pero ha resistido a todos los embates. Por fallos de la oposición, por supuesto, pero también porque ese círculo poderosísimo y de lealtad absoluta, incondicional, a Pedro Sánchez, promovió un “sanchismo” que levantó, por igual, pasiones y rechazo visceral.
En ese escenario, el trío Ábalos, Koldo y Cerdán vieron posibilidad no solo de influencia y de poder, que era inconmensurable, sino también de hacer negocio, sobre todo cuando Ábalos se vio al frente del Ministerio de Transportes, el de mayor presupuesto del Gobierno.
Si los rumores sobre presuntas fechorías de Ábalos y Koldo no tardaron en producirse -hasta el punto de que Sánchez se vio obligado a pedir la dimisión a su poderosísimo colaborador y hombre fuerte del PSOE,- Santos Cerdán sin embargo era considerado un importante trabajador del partido, un diputado serio, un hombre contenido frente a un Ábalos del que se empezaban a conocer episodios de su vida personal que provocaban escándalo. Por su eso su actual caída no es una más; hasta hace dos días era un personaje clave. Caza mayor.
Cuando sustituyó a Ábalos al frente de la secretaría de organización, Sánchez le fue dando cada vez más cancha, más papel, más confianza. Hasta el punto de encargarle las negociaciones con un personaje fundamental para garantizar la continuidad de Pedro Sánchez en el gobierno: Carles Puigdemont.
El primer encuentro que mantuvieron en Bruselas provocó que Cerdán se presentara ante la opinión pública, y sobre todo el partido, como el hombre en el que más se apoyaba el presidente de Gobierno, el más fiable, el encargado de llevar adelante las operaciones más delicadas no solo del partido sino del Gobierno.
Una vez al mes se reunía con Puigdemont, en Bruselas o en Suiza, y nunca transmitió a nadie, aparte de Sánchez, lo que se hablaba en aquellas reuniones. Las filtraciones que hubo, que fueron pocas, procedían siempre de Puigdemont y de sus colaboradores de Junts. Con el tiempo, Cerdán se convirtió en una figura no solo poderosa sino el hombre al que se veía como el mejor representante del PSOE que se preocupaba por la gente, por la militancia, por apagar los fuegos que se producían en las federaciones.
El hombre que, desde la segunda fila, sin levantar la voz ni buscar presencia pública, desde Ferraz movía todas las teclas del poder. El hombre al que nadie cuestionaba porque era efectivamente el que cumplía con todo lo que se esperaba de un buen secretario de organización. Tuvo además la inteligencia no enfrentarse con Ábalos, fuera ya del partido por presunta corrupción y por causar escándalo cuando se empezaron a conocer aspectos de su vida personal, en la que cabían relaciones con prostitutas a las que “enchufó” en empresas públicas para recibir un sueldo sin acudir al trabajo, o que acompañaban al ministro en algunos de sus viajes oficiales cobrando una cantidad diaria fijada previamente.
Santos Cerdán nunca pronunció una frase contra su antiguo jefe y amigo, contra el hombre al que debía su carrera política, pero a nadie sorprendió que no lo hiciera, porque era el hombre prudente en un escenario muy inquietante para el PSOE porque varios medios de comunicación publicaban casi a diario historias de presunta corrupción de José Luis Ábalos. La Justicia empezaba ya a actuar porque las noticias provocaban denuncias que obligaban a que la Policía Judicial, la UCO, se pusiera a tarea de investigar no solo a Ábalos sino a personas de su entorno. El silencio de Santos Cerdán se interpretaba como signo de su habitual prudencia, no quería echar leña al fuego, sino poner sosiego en un PSOE convulsionado por noticias que causaban sobresalto, decepción y escándalo por igual. La UCO, sin embargo, ya tenía a Santos Cerdán en su punto de mira. Y en los últimos dos o tres meses, su nombre empezó a ser habitual en las informaciones periodísticas que estaban al tanto de las investigaciones de la UCO.
Con un dato significativo: el PSOE tenía en tanta consideración a Santos Cerdán como hombre honrado, que la simple aparición de su nombre en un medio de comunicación que publicaba una exclusiva era suficiente como para que automáticamente se descartase la credibilidad de esa exclusiva.
Hasta que se publicaron las primeras filtraciones del informe de la UCO que pronto recibirían los jueces: ahí empezó el declive de la imagen de Santos Cerdán cuando empezaron a aparecer cifras, nombres de empresas, conversaciones entre Cerdán, Koldo, Ábalos y destacados cargos del Ministerio de Transportes de los tiempos de Ábalos, más empresarios y comisionistas. Cayeron las caretas. Pero hasta que el pasado jueves, cuando se publicó el informe, a muchos socialistas les costó asumir que Santos Cerdán formaba parte de la trama corrupta.
Él mismo, ese jueves, cuando entró por la mañana en el Congreso de los Diputados, a los periodistas que le preguntaban por lo que a esa hora era ya más que un rumor, respondía que él podría explicarlo todo, que no era un hombre corrupto. Algunos de esos periodistas, que mantenían una relación fluida, de confianza, y de mucho tiempo atrás con Santos Cerdán, llegaron a dudar de que fuera cierto lo que se publicaba sobre su papel en la trama corrupta.
¿Conocía Pedro Sánchez esa trama? ¿Estaba relacionada con una presunta financiación ilegal del partido? Son las preguntas que se hace el mundo político desde el pasado jueves. Hay una sola certeza: Santos Cerdán conoce perfectamente la respuesta. La UCO, también.
Con seguridad no le ha gustado la frase que pronunció Sánchez cuando compareció ante los periodistas: “Pido perdón a los ciudadanos. Nunca debí confiar en él”.
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