La profesión de impostura

Publicado: 23 oct 2025 - 01:30

Con frecuencia me asalta la íntima sospecha de que algunos de los que concursan en ciertos espacios de televisión lo hacen más por la sublime experiencia de contar con un tiempo de exposición ante las cámaras que por el producto del premio que puedan obtener concursando. Esa pasión por obtener el preciado minuto de gloria que permita domar el tiempo gracias a una breve pero excitante aventura televisiva, apenas tiene que ver con la recompensa porque en muchos casos quienes acuden a los conciertos tienen un nivel de cultura general mínimo y ellos mismos saben que no pueden esperar a obtener unos resultados de cierto nivel. Existen espacios en los que concurren quienes rozan la categoría de genio pero también los hay en los que el nivel de exigencia es básico. Y las cámaras son las mismas.

Esta sensación de popularidad que ofrece la televisión y que es ciertamente indiscutible –en mi modestísima situación puedo constatarlo por mi mismo- ha calado también entre los políticos y no es ese un buen camino como no lo es para magistrados o árbitros de fútbol. Hay, naturalmente, entre los 350 diputados que constituyen la Cámara Baja y los 266 miembros que se sientan en el Senado, personalidades de todos los pelajes y usos, pero de un tiempo a esta parte uno observa con creciente preocupación la tendencia a aprovechar cualquier coyuntura entre sus señorías para hacerse notar, hasta el punto de que algunas intervenciones introducen la sospecha de que lo que menos importa es el mensaje y lo que más interesa es salir en los papeles por lo que sea. Esa sospecha no infundada es la que se encarga de poner en evidencia múltiples dudas. ¿Cuando Miriam Nogueras sube al atril para advertir al presidente Sánchez de que basta ya de zarandajas y debates ficticios y que menos cambio de horas y más hora de cambio lo está diciendo de verdad de la buena o es poco más que postureo para mover un poco el árbol y animar el gallinero? Pues, como decía Ringo, mañana nunca sabes. Al fin y al cabo, el primer devoto de la impostura e incansable buscador de argumentos falaces es el propio presidente. Lo que pasa es que él lo hace para desviar el tiro que es otro nivel. El lo que quiere es que lo olviden.

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