Sin perdón
No es este país nuestro muy amigo de reconciliaciones y los procesos que han acabado con la ruptura en cualquiera de las múltiples facetas que lo definen –desde las artes hasta la política, desde el fútbol a la jurisprudencia- no han vuelto a repetirse en casi ninguna de las ocasiones por deseo expreso de sus protagonistas. El más rencoroso de todos los españoles a lo largo de nuestro viaje histórico es y de esto caben pocas dudas, el rey Fernando VII uno de cuyos ejemplos de mendacidad sin límites exenta de compasión y opuesta por completo a pderdonarse, es la que protagonizó con Rafael del Riego como oponente. El militar asturiano obligo al rey a jurar la Constitución del 12 y le conminó a que lo hiciera públicamente desde las ventanas de palacio. Lo hizo tragándose las lágrimas de rabia. “Marchemos francamente y yo el primero por la senda constitucional” proclamó el 10 de marzo de 1820. Dos años después, amparado por la llegada en su socorro de los Cien Mil Hijos de San Luis, torturó y colgó a Riego de un palo como venganza por haberle impuesto un régimen liberal con humillación pública.
No hay reconciliación, ni comprensión, ni buena voluntad en la política española del siglo XXI que camina con paso firme hacia un conflicto permanente en vías de hacerse crónico para desgracia de todos nosotros los que acatamos las leyes, pagamos nuestros impuestos y aspiramos a la serenidad y la concordia que somos el 90% de los españoles. Salvo que todos los que nos representan en la tribuna de las Cortes cambien por completo de la noche a la mañana no habrá posibilidad de recuperar un diálogo constructivo y un comportamiento leal en un ámbito ideológico y político que no admite entenderse ni en las cuestiones más perentorias. No hay perdón.
A día de hoy, los únicos que se han reconciliado son los integrantes de la banda pop “La Oreja de Van Gogh” a la que vuelve Amaia Montero tras años turbulentos y separaciones traumáticas. Pero como el país no admite reencuentros plenos y abrazados libres de cuentas pendientes, para que Amaia vuelva ha tenido que marcharse el guitarrista Pablo Benegas. Su padre, por cierto, estuvo muchos años en la mira telescópica de los fusiles de ETA.
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