Fernando Jáuregui
Todo lo que estamos haciendo mal
La vida en las sociedades modernas, Galicia sin ir más lejos, no es imaginable sin una economía productiva que alimente, vista y dé cobijo a sus miembros. Es cierto que las necesidades van ya mucho más allá de estas cuestiones básicas y aún no del todo satisfechas, pero subidos al tren que incorpora vagones con nuevas y perentorias necesidades, la conciencia colectiva no parece asumir las nuevas obligaciones, ¡más madera!, a las que aquellas demandas obligan.
La pandemia nos mostró, por la dramática inexistencia de equipos respiradores en los hospitales o de mascarillas en las farmacias, que los fabricantes de unos y otras se encontraban a miles de kilómetros y a expensas de una tan sofisticada como frágil red logística global. El pregonado retorno de los centros productivos a los mercados donde anida la demanda, ha sido más materia de tertulia que una pragmática que las empresas hayan asumido. Ahora, la soflama del MAGA –Make America great again- de los impetuosos nuevos empoderados norteamericanos, amenaza con acelerar este proceso que al mismo Adam Smith y todos los profetas del libre comercio haría enarcar las cejas.
A Galicia, el actual giro arancelario y proteccionista le sorprende en la inadecuación entre una retórica del pasado y los hechos del presente. El ensayista Antón Baamonde (Vilalba, 1959), que imagina una nueva Holanda producto de la interacción entre Galicia y el norte de Portugal (Galaxia, 2021) o establece en Galicia, distrito industrial (Galaxia, 2024) un interesante diálogo con Daniel Hermosilla sobre el futuro productivo del país, deja un par de ideas que podrían ayudar a pensar. En primer lugar, subrayar el hecho de que Galicia, pese a la imagen que tenemos de nosotros y que la misma IA replica, es un país plenamente urbano y con una base industrial, medida sobre el PIB, superior a la del conjunto de España. Segundo, que nuestra comunidad es rica en energía, madera o recursos mineros estratégicos que apenas explotamos.
“En Galicia pensamos sen ambición” dice Baamonde y en sus palabras es fácil añorar la ilusión que, en tiempos bastante más precarios, algunos hombres como Valentín Paz Andrade o Xaime Isla Couto desarrollaron para cortar la hemorragia de la emigración y poner al país a la altura de los tiempos. Galicia está hoy en marcha, pero necesita que la sociedad en general y la clase política, empresarios y sindicatos, en particular, dejen de rumiar un país del pasado idealizado y se pongan a trabajar con la misma ambición, exigencia y participación colectiva que mueven el mundo.
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