Pedro Sánchez, el imperturbable y prospectivo
La imperturbabilidad no significa falta de emoción, sino la capacidad para no ser dominado por ellas y actuar con razón y equilibrio, como lo demuestran estas figuras a través de sus filosofías, acciones y legados. Los personajes históricos más imperturbables suelen ser figuras que mantuvieron una calma y fortaleza mental notables ante la adversidad. No cabe la menor duda de que el doctor Pedro Sánchez debe ser incluido en esta categoría de hombres y mujeres excepcionales como como Buda, por su búsqueda de la iluminación y desapego; Marco Aurelio, filósofo estoico y emperador que medía sus emociones; y Gandhi, líder pacifista que resistió con serenidad la opresión. También se mencionan a veces Jesús de Nazaret, por su firmeza espiritual, y pensadores como Confucio, que promovían la disciplina mental.
Ahí tenemos al presidente del Gobierno, tranquilo, dominando la escena, ajeno al complicado marco que envuelve a su partido, como si la cosa no fuera por él, porque él está por encima de esas contingencias. Sigue su recto camino hacia su objetivo, impertérrito, seguro, confiando en su intuición, aunque a veces lo traicionen y se deba a que le fallaron aquellos en quienes confió. Para elegir a quien fue la pieza esencial que lo llevó a la Moncloa, como oráculo de la moción de censura, y al que hizo ministro y secretario de organización del partido, ahora en la cárcel, sólo tuvo que fiarse de su olfato, sin necesidad de conocer realmente al que convertía en uno de sus soportes. Y lo mismo le pasó con quien sería su mensajero para cerrar el trato con el fugado Puigdemont, amnistía como precio, para que lo dejaron seguir en la Moncloa, y lo mismo cabe decir de aquel portero de discoteca en cuyas manos puso la custodia de las decisivas papeletas con las que habría de ganar el control del partido que sigue usando las siglas PSOE. Y por poco lo pilla elevando al cargo que antes otorgara a Ábalos y Cerdán al feminista de bragueta floja, de apellido Salazar.
Ya hemos alabado aquí la capacidad prospectiva de Pedro Sánchez y su dominio de la escena construida sobre principios reversibles, líneas rojas elásticas, aliados que no le quitan el sueño, sino que lo robustecen y otras cualidades, como el dominio del lenguaje y la metáfora, como aquello de que cambiar de opinión no es mentir, pese a que algunos impertinentes le pregunten dónde quedan los principios. Peo, sobre todo, el doctor Sánchez es una figura del lenguaje prospectivo. Lo explicamos: Se refiere a la forma en que se utiliza el lenguaje para anticipar y describir futuros posibles, facilitando la toma de decisiones informadas en contextos de incertidumbre. Cuando el doctor Sánchez realiza una afirmación categórica hay que saber que, en realidad, está anticipando la contraria. Ejemplo: cuando dice que nunca habrá amnistía, porque no cabe en la Constitución, o que nunca pactará con los independentistas para ser presidente o que es contrario de que un político indulte a otro, etcétera….
Así que aparte de imperturbable, Sánchez es prospectivo. La palabra viene del latín "prospectīvus", que significa "mirar adelante" o "prever". O sea, anticiparse al futuro, basándose en oportunidades y riesgos, que pueden ser utilizados para evaluar diferentes opciones y sus posibles consecuencias. Y si hay que cambiar o reinterpretar lo que decíamos ayer, pues se cambia y ya está. Conviene identificar las variables, por ejemplo, en este caso, las exigencias de sus consocios, como en el caso de ERC, Junts, Bildu y demás. La prospectiva es un arma de identificación. Claro que, a veces, hay que aparcar menudencias como la moral, la decencia o, como en este caso, el propio Código Ético, como ocurriera con el del PSOE, del que en la égida Sánchez modificó, retirando el incómodo punto 8 que establecía que quedaba vetada la mera propuesta de indulto determinadas acciones en el terreno de la política.
Pese al escenario que estos días vivimos, ahí sigue como si nada, este hombre prospectivo e imperturable.
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